Los espejos del fuego me ofrecen tu silueta, amor de tiempos, y me vienen grandes las noches, esta espera tan antigua y vidriosa, color tabaco como de silencio.
La poeta, ensayista y novelista cubana Nivaria Tejera murió en París el pasado día 6 a los 86 años víctima de un cáncer de páncreas. Había nacido en la ciudad de Cienfuegos el 30 de septiembre de 1929 de padre español y madre cubana. En 1934, la familia viaja a Canarias, de donde era oriundo su padre, Saturnino Tejera, un hombre de ideas libertarias y socialistas, afiliado a la masonería y muy interesado en la corriente teosófica; sorprendidos por la Guerra Civil en Tenerife, Saturnino es encarcelado hasta 1944, en que el cónsul cubano en Canarias viabiliza que la familia regrese a la isla caribeña. Los primeros poemas de Nivaria Tejera aparecen en las revistas habaneras Orígenes y Ciclón; publicó su primer libro de poemas, Luces y piedras en 1949 y en 1959 Samuel Feijóo la edita en la Universidad Central de Las Villas la novela El barranco, que el hispanista francés Claude Couffon consideraba era la primera novela escrita en castellano sobre la Guerra Civil y las cárceles franquistas. A partir de 1959, Nivaria vuelve a Cuba y también es publicada en Lunes de revolución. Antes, en 1954, se había radicado en París, donde frecuenta lo que queda de los grupos surrealistas, entablando amistad con la novelista Nathalie Sarraute y el poeta y dramaturgo Samuel Beckett, así como con el editor, crítico y profesor Maurice Nadeau, una etapa de asentamiento y maduración estilística donde también frecuenta a André Breton y a Peret, época en que la influencian poetas como el peruano Emilio Adolfo Westphalen y el francés Bernad Noël. Couffon y Nadeau fueron los traductores y virtuales “descubridores” de El barranco, que editó Les Lettres Nouvelles en 1958. De 1959 a 1965 Nivaria fue Agregada Cultural del Gobierno Revolucionario de Cuba en París y Roma sucesivamente, y es desde la capital de Italia que escribe su carta al ministro de exteriores de Cuba de entonces, Raúl Roa, donde renuncia a su puesto diplomático, anticipando la tendencia estalinista del gobierno revolucionario. Tras su dimisión, impactada por el suicidio del también escritor cubano Calver Casey, fijó su residencia en Paris en el mismo 1965.
Entre sus otros libros está Espero la noche para soñarte, Revolución, finalista del Premio Plaza y Janés de 1991 y Huir de la espiral. Su otra novela, Sonámbulos al sol, obtuvo en 1971 el Premio Biblioteca Breve. Otros libros de poemas suyos publicados en Cuba son Luz de lágrimas (1951), La gruta (1952), Innumerables voces (1964); y ya en el exilio: La barrera fluídica o París escarabajo (1976), Rueda del exiliado (1983) y Matelar (1983). Su última novela fue editada en francés en 2015 por La Contree Allée en París: Trover un autre nom à l’amour.
En toda su obra, Nivaria Tejera insistió en su vertical postura sobre el exilio, una escritura de voz nítida y ácida, intolerante con la demagogia, las manipulaciones políticas, el oportunismo intelectual, y la represión. Fue Nivaria compañera sentimental muchos años del poeta Fayad Jamís con el que tuvo una hija también escritora, Rauda Jamís, que reside en Norteamérica.
Martín Dosal Jottar, el mítico compañero de celda del escritor José Revueltas en el Palacio Negro de Lecumberri, murió este miércoles de un infarto, en su casa, ubicada en la delegación Iztapalapa, donde vivió y trabajó como maestro de primaria.
La poesía del mexicano Xavier Villaurrutia se mantiene vigente como una joya de la literatura de habla hispana, en coincidencia con el aniversario 65 de la muerte del escritor, que se celebra este día.
El sacerdote Salvador Ros García (Vecinos, Salamanca), especializado en los místicos españoles, ha recogido la obra poética de San Juan de la Cruz en un libro en miniatura.
Hay en la poesía de José Luis García Herrera una pulsión hacia el hermetismo que no puedo contemplar como un exceso, sino como una forma expresiva que el autor domina con ejemplaridad pues nace de una indómita necesidad de la búsqueda y de la asimilación de lecturas motivadoras.
Una brisa triste y cenicienta recorre las selvas, los ríos, las sabanas, los pueblos y ciudades de Venezuela y de Guayana, llevando el sombrío mensaje, la fatal noticia que enluta nuestro mundo poético y literario. Ayer falleció, a consecuencia de un paro respiratorio y a la edad de 94 años, en la ciudad de Caracas donde residía, la insigne poeta guayanesa Jean Aristeguieta.