Salado, Minerva
Cuba
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Guaicanamar

El circo se instala en los suburbios para que la

familia emigre a su carpa y abuela conozca el

futuro inmediato quizá a través de la radio y

los programas de lotería un parque de diversiones

esporádicas sillas voladoras sobre el techo del

burdel pedradas de los niños crueles rondas en

bicicleta hacia el nudo de montañas la empresa

petrolera en construcción lugares recónditos impulso

de misterio en el pedal y los dedos inflamados

por espinas de cactus.



Como el aire con su sabor amargo a tronco

viejo invasión del petróleo y los motores suaves

de las lanchas la grúa inmensa que atraviesa

la bahía de parte a parte carga seca a la ciudad

e hilos de pensamiento adentrándose hacia las

calles polvo y adoquín desde la niñez deslavados

muros y salitre oloroso de un confín a otro en las

espaldas de los hombre regadas por las algas y

raíces del mar.



Bronce de estatua brillando frente al arma

memorable mandarria obrera donde jugaron niños

de otro tiempo muertos después bajo las balas

aquel día para más datos sangriento vendaval y

Clodomira y Lidia viniendo de la Sierra a caer

en la tumba fortaleza del Morro hirsuta por

entonces para la entrada de naves extraterrestres.



Aguas interiores muy tranquilas rodeando el puerto

y la gente atraviesa proverbialmente alegre ante

cualquier azote lecho de niebla olorosa a cuestiones

marinas donde transcurrió toda la niñez como

indeleble marca en la piel letra entrada con sangre

aparecida constante y sonante en los pulsos

plateados y el color de sus collares

depositada fruta frente al mar

cuidadosamente apostada en la cumbre del sueño

pequeña aldea indígena

ciudad sólo habitada como una maravilla.

Salado, Minerva

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