Para Ramón Sender
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Nada más natural que estos paisajes
y esta luz en mi mesa y esta casa
-posible ya que se ha perdido todo-
y este extraño país en el que estoy.
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Nada más natural que los nombres que oigo,
nada más natural que la nieve que cae,
la cama donde duermo,
los caminos que anduve . . .
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Nada más natural. Nada más misterioso.
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Aún no veo el conjunto
de todos los enigmas.
Sólo tengo fragmentos
Amargos, disparates
De mí: gran disparate. O verdad honda.
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Lo nuevo es la costumbre.
Lo acostumbrado olvido.
¿Soy otra? ¿Soy la misma? Los espejos
reflejan a una niña que se va y a una anciana
que blancamente llega,
pero nunca responden.
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La respuesta está al filo:
Cuando ya nada importa y no regresa el hombre.
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Pero entre tanto hay músicas
y luz en las estancias y retratos,
y horas que pasan esperando oír voces
que miran desde ayer. Y también son misterio.
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Habría que marcharse.
No haber venido nunca
porque el hondo misterio no está en los escalones
que bajamos: se agita,
mortal y eterno, en nuestro lado izquierdo,
y estamos impacientes porque amamos
lo que no debe amarse
ni ser amado quiere.
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Yo me pregunto ahora,
en este pozo hondísimo,
si aún me quedan más pozos,
cuántos pozos me quedan
y hasta dónde el misterio será, como hasta ahora
natural, cotidiano
y si un día, en mis nieves,
no sentiré ya nada:
¡qué vergüenza, Dios mío!
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Y digo que me quiero
marchar.
Que el juego es sucio,
que yo nada comprendo y que no hay paraísos
terrestres ni celestes. Sólo noches y noches
y una lenta caída del insomnio a la nada:
desde un sueño a otro sueño.
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Lo más limpio es marcharse:
No dejar que se ensucie
Nuestra mano inocente. Pero suena el teléfono
y Sí, yo soy, decimos
a las voces extrañas que, siempre equivocadas
de número, en la niebla
a cenar nos invitan.
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Todo tan natural. Todo tan misterioso.
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Cada hombre, en su noche,
Sin saber dónde echarse como un perro,
Descuelga los teléfonos, acude
A a la cena, sostiene
hermosas copas de cristal: decora
un friso monstruoso. Sigue.
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Nada más natural. Lo extraño es esto:
no poder derrumbarse en las aceras
porque hay que mantener el orden público