Arolas, Juan
España
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A LA DESEADA PAZ

Ven, dulce paz, como sereno día
Tras niebla obscura de dolor aciago,
Como sueño infantil;
Como soplo feliz del aura fría
Al regalar el cefirillo vago
Los cálices de abril;

O ven como el rocío de la noche
Que pende de una rosa no tocada,
Cual lágrima de amor,
Y destilado en su purpúreo broche
Nutre toda su pompa regalada
Con cristalino humor.

O ven como el sonido de la lira
Que antes que se ilumine la mañana
Resuena en la quietud:
Ven cual paloma cándida que gira,
Puesto en el pico de encendida grana
El ramo de salud.

¡Asaz de luto! Palidece y llora
Tímida virgen, su orfandad temiendo,
Al eco del clarín;
Gime el niño y derrama la que adora
Del ronco parche al sonoroso estruendo
Sus lágrimas sin fin.

Vimos las galas del festín de amores
Trasformadas en pompa lastimera
De luto funeral;
En la tumba, del tálamo las flores
Y convertido en troba plañidera
El cántico nupcial.

Y no fue el coro voluptuoso entonces
El que del ocio en el placer inerte
Sonó del arpa al son;
Fue horrísono estampido de los bronces,
Fue el himno del soldado, el de la muerte
La trompa y el cañón.

Vencimos: el esclavo fratricida
Avezado al delito, ya no alienta;
Jamás ciñó el laurel;
Do alzó su rebelión aborrecida,
Allí en el polvo vil mordió su afrenta;
Allí venció Isabel.

Mas cumplen ya los cielos la esperanza:
Escucha la plegaria cariñosa
¡O deseada paz!
¡Ah! muéstranos el iris de bonanza
Y purísima luz ¡o casta diosa!
De tu benigna faz.

Ven con el primer rayo de la aurora
Cuando deja el reposo de su lecho,
Con la primera flor,
Con el primer suspiro del que adora,
Tan dulce y grata a mi sensible pecho
Como el primer amor.

Llega como la cita cariñosa
Que en oculto jardín está esperando
Intrépido doncel,
Como tierna caricia de una hermosa
Que imprime dulcemente un beso blando
Con labios de clavel.

Como luz bonancible que asegura
Aura feliz y sosegado cielo
Al duro cazador;
Como silencio de la noche obscura
Que ha de cubrir con misterioso velo
Las dichas del amor.

Llega y entonces el virgíneo coro,
Reprimidas las furias de la guerra,
Tus himnos cantará;
Alegres tornarán las arpas de oro
Y en ocio blando la cansada tierra
Su sueño dormirá.

Arolas, Juan

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