CASAZOLA, MATILDE
Bolivia
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Poema XXVIII

No hay mayor asombro
que el que estés tú ahí, muerto,
protector de los pájaros,
huésped del movimiento.
Coloreador de alas
innumerables,
tendido sobre la tierra
yaces.

Tus cabellos
se abandonan por instantes
al viento.
No pueden comprender
ese derrumbe
del árbol vertical, sustentador
de giros ágiles.

La eternidad es tuya
ahora.
Te lame las mejillas
y el calzado.
Las subterráneas corrientes,
que estancaron
dedos listos
de la muerte,
retroceden solemnes
y deciden
lagos petrificados.

¿Todo tu ritmo
estaba concebido
para aquietarse así?
¿Tu voz
vibrando en los oídos,
tus posturas cambiantes?

Bebedor de horizontes,
en tus ojos
hojas resecas fijan su amarillo
y la lluvia que cae
cubre tu cuerpo inmóvil
de besos sorprendidos.

El hueco de tus manos
aposenta
gestos tibios aún,
que no han de darse.

Esto queda de ti
ser legendario,
trashumante
de los astros en órbita incansable.

CASAZOLA, MATILDE

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