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Ochaíta, José Antonio
España
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TENGO LA ALCARRIA ENTRE LAS MANOS...

… Tengo la Alcarria entre las manos…
no en las que veis, gusanas viejas,
cansadas de coger del aire
mi voz inútil…

¡No son éstas,
sino son otras manos niñas
que en los muñones se me insertan
de la manquéz, con que he venido
mutilado en no se qué guerras
donde combatí con gigantes
tan diminutos como letras,
o con letras, que eran gigantes
para mi talla tan pequeña…!

… Tengo la Alcarria entre las manos,
y no se si pesa o no pesa,
pero la vuelco,
-yo diría
que a vaivenes de una querencia-.
al lado izquierdo, y me sofoca
el corazón que la recuesta
igual que cuando se nos pone
una bizma o una sal muera…

… Tampoco podría deciros
si es la tal bizma, blanca o negra,
si hecha de pez o calicanto,
si de panel virgen o greda,
… si de los cuajos de mi sangre,
o del fósforo de mi médula,
0 del légamo pegajoso

Que ya será mi madre muerta…
… No lo sé…
…Pero yo lo siento
a ras de dientes y de lengua,
acercada por esas manos
que no se ven… mordidas a ciegas
por un delirio de mil años
que la retira y que la acerca…

..¿…en este delirio, seré yo,
yo, quien la trae o quien la lleva,
o quien me trae y me lleva a mí
serán sus oscuras potencias
de piedra imán para mis huesos,
de hidromiel para mis postemas…?

…No sabré nunca desatar
el nudazo de las dos riendas…,
si es ella quien me acerca a mí
o soy yo quien la acerco a ella…

¡… qué latido de fuentes vivas,
que viril místico de abejas…,
y que sensual tacto de montes
y qué desholladura de sendas…,
qué remoloneo de arroyos,
qué visajes de esquinas tuertas…,
qué postigos tristes de orines
qué antelunarios de plazuelas,
y qué jardines encerrados
y desbordados…
…Las higueras
rotas de mirlos…, los geranios
alucinando su verbena
de flores rojas, en la cantar
que partió su cintura de hembra
y que enseña, desportillada,
la enagua de color de tierra…
y el jazmín, tan a lo moruno,
ahupándose en su propia inercia
para caer, desvanecido
sobre ventanos de tinieblas
donde se escucha un almirez
machacando la alcaravea
como un pájaro enorme de oro
con las alas del son abiertas…

¡… cuatrocientos pueblos me caben
en las manos calenturientas
de peregrino, que mucho antes
de salir, está ya de vuelta…!

… por las manos me corre el río
hecho enredijo de madeja
cue se ahíla por los majuelos
y es un “don alguien” por las presas
con molinos, en los que giran
esas moles que llaman “muelas”
y parecen hogazas duras
que salieron de la arquimesa
y las pusieron en remojo
porque el agua las emblandezca…

… y el castillo, en la cima rasa
del monte, siempre en esa trémula,
difícil, equilibración
de estar así, con la gangrena
de la ruina, que no se arruina,
y al mismo tiempo, con la terca
estolidez de apuntalarse
con un graznido de cornejas…
… y el cementerio enfrente, y todo
el pueblo, abarrancado a secas
entre castillo y camposanto…,
¡los dos vértices que se encrespan
con la ufanía de dos gallos
picajosos, desde sus crestas,
de escarbar en la misma muerte
cacareando igual trompeta…!

¡… Tengo la Alcarria entre mis manos..!
… las distancias se me condensan
en este hueco tan pequeño
donde no caben veinte almendras,
y caben pueblos,…, ríos,… valles,…
páramos,.. sotos,.. barberechas,…
humilladeros y castillos,…
la picota y el corro de eras,
y la plaza mayor, con fuente,
y diez jardines, diez cuestas
y posados y soportales
donde la gente sale y entra,
pero no se va de mis manos
tan breves, y con tantas lenguas
de perímetro y hondonada
que me asusto con solo verlas…

-¡No son éstas que miráis, no…!
… Las dos me estorban y me pesan
mal vaciadas en escayola
y fraguadas en mi miseria…

¡estas manos diurnas, que
salen de anticipada huesa
como dos asiladas, que
vas escondiendo su vergüenza
de quiero y no puedo.., de
damas sin opéndulo y sin péndola…!
¡… pero de noche, entreno manos
de niño…!
… son manos que alertan
renacidas en los muñones
de un esqueleto de torpezas…
…con las dos manos, renacidas
y mojadas en la cisterna
del último resol, te cojo,
Alcarria mía…

… Y tú me dejas
que acaricie los verdugones
de tu olvido,… y te ponga vendas
y puntales en los calcaños
que se derrumban, por la inmensa
pesantez de un ciclo cobalto
que saca sangre de tus tejas,
y por la delgadez de un humus
donde estás en un vilo de hebra,
aplastada por tanto cielo
y en vilo por tan poca tierra…
-¡.. y los hombres, que no han pensado
hacer, con sus manos, la cuenca
para que en ella se recoja
lo que se pierde ya sin ella…!
… río… valle… monte… castillo
hortal… sepultura… alacena…

… Dios, que se ha perdido en la Alcarria,
con las alforjas y a andariegas…
-¿quién te va a recoger Dios,
por esta soledad tremenda..¿

¡Benditas manos, que me nacen
de un esqueleto de inocencia
para palparte los mollares
y saberte que no estás seca…!
¡Tengo la Alcarria entre las manos..!
¡… Quien se encuentre llamado, venga..!

Ochaíta, José Antonio

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