Conservo casi todos los libros
que leíamos juntos
con las puntas de las hojas dobladas
escaramuzas de mosquitos para nunca
devolvernos lo prestado
indicaciones a las que me remito
gajos, pausas
amapolas
sobre el tiempo que sobra
harto, en esta noche flaca.
Es así, y así, y así
es decir
qué sé yo si es así
no aprendí de palancas y manubrios
pero si encendiste una vela después
de encender aquel fuego
es posible
que mi corazón.
Esa poesía subrayada
retuvo un efecto de luz
entre las ramas
y el agua movediza fue un perfecto
espejo de mi pulso:
un claro rojo en el que iba
descalza
en ese momento creí
que veías mi alma
que ella balbucía algo
en tus pupilas
no sabía qué era lo que tanto
te hacía reír