Siempre hay una geometría
compleja
en la nada.
Quizás: paciente espera,
aprendizaje consciente,
instintiva inspiración,
hasta descubrir la idea.
Y, después, esa idea
se define poco a poco en
soporte, línea y forma.
Realidad plástica del pintor.
Convencido, eso sí,
de la utilidad de la
belleza.
Entonces, esa nada primigenia
se viste de poesía.
Y los ojos aplauden.
Y las manos miran el lienzo
de otro modo:
con perspectiva.