Y nos diste Señor, lo que pedimos.
Una alfombra de Sangre fue el camino,
plomo, hoguera y cuchillo.
Cuando creimos
más en los hombres
que en aquella promesa que tú hiciste
a través de los signos, nos perdimos.
Sólo tú cumpliste.
Y en la hora del llanto te decimos:
en ti reverenciamos
el sacrificio de nuestros hermanos
caidos en el ghetto.
En ti reverenciamos
a nuestros sabios muertos y humillados,
a las doncellas ultrajadas y a los niños maltrechos,
y a los ancianos sangrando
sobre su libro del Sábado.
Y en la hora del llanto, templado el corazón,
fibra y acero,
te decimos Señor, no te olvidamos
ni los olvidaremos.