Estrechar tu mano de hombre solo
hace que la dulzura abandone sus sábanas,
que tus libros celestiales sonrían
abriendo sus ardientes páginas,
que a la patricia tinta con que escribes
acudan a beber las golondrinas,
que a tu fúlgida mesa llegue el gallo
del día, campana con dos alas,
puliendo los tesoros de la aurora,
resucitando abatidos luceros,
tomando posesión de nuevos mares
con su lenguaje transparente
mientras tu rostro altivo
hace que los helados mármoles
se incorporen a la santa inocencia.