Su imagen es dulce. Nadie puede verla, excepto el caracol que anida a sus pies a orillas del mar.
Nadie puede verla, excepto las arañas que moran donde moras tú y donde moran las memorables máquinas orgánicas de la eternidad.
Nada puede detener su deseo de niñez.
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Es así su imagen. La vida de las imágenes ilusorias de la muerte y de la vida.
Tiene él un esquema.
Ese esquema es la reseña del secreto del amor y de la muerte, aunque el niño ignore amor y muerte, aunque sea vaga omnipotencia en medio de este juicio para practicar homenaje a la epilepsia.