Confieso que he acariciado
con mis vectores
tu piel
en circunferencias perfectas.
Mientras mi corazón estaba en
otro plano
orbitando muy lejos,
pensando huesos ajenos.
Confieso también que todo lo que soñamos
respira ya en un alba distinta
y que cada despertar
a tu lado es penoso y
un insulto a mi vida.
Mi pecado no es mirar para otro lado,
es transitar en lo observado
y no desearlo.
Morirse…