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Lahitte , Ana Emilia
Argentina
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BARRAULT

JEAN – LOUIS BARRAULT
Jamás olvidaré
aquel vaciado magistral de huesos
ni su mueca de amor
despavorida
custodiada por órbitas astrales.

Fascinaba el aire
tajeado por el águila de su nariz en vuelo.
Urgía la agudeza
la avidez de sus pómulos
su inasible intemperie de extraña calavera.

Barrault, Jean-Louis Barrault...Cundía la leyenda del amante despótico, del vilano que ciñe con sensual desmesura el amor y la huída. Pero yo conocí al niño de su sombra, al clown más desvalido, el fantasma, la cábala, el espectro del agua, el humo, la ceniza.

Jamás olvidaré
su máscara expectante
su crispación de genio y lejanía.

Pierrot
estrangulado por la luna de mayo
desnuda entre las ingles
de la amante dormida.


Recuerdo que extendía el temblor, las raíces de su cuello tensado como un arco en hiedra. Y que era ajusticiado por un rayo de luz. Sí, lo recuerdo, en duelo de la angustia radiante de esos días, en aquel Buen+os Aires del 40, en los umbrale mismos de Hiroshima. Años después, en la Opera de Köln, en Alemania, ocupó una platea delante de la mía. Fue durante el preludio de los cuentos de Hoffman, ingenua proyección de los enigmas. y por aquel perfil, jamás desdibujado, supe que nuevamente vería ajusticiarse la luz, la culpa, el hombre, los clamores, la vida. y también la inocencia de la hierba descalza con que el arte nos cava, no posee, nos limpia.

-Oh, oui, je me souviens, quelle merveille, l¨Argentine!

....

Un felino de niebla
adiestrando murciélagos.

Un dios alucinado
con el sol de los cátaros en hoguera
y vigilia.

Debí advertir, tal vez, con qué facilidad vuelven los extranjeros a descubrir las Indias
en nuestras soledades de abismo y profecía. Pero él era Barrault, Barraul, Jean-

Louis Barrault... El tiempo era su sombra, una limosna ínfima de su ser, aterido de eternidad cautiva. Aceptamos las treguas del adiós, las guaridas, seguros de que al irnos otra vez hacia el mundo yo salvaría, intactos, al espectro, al vigía de su apostura ascética.Y él volvería a huir, a volar, a nacernos entre desfiladeros de Claudel y Altamira.


Como cuando acallaba con galaxias
sus vísceras
y calzaba tiniebla y transparencia
con un guante de furia
o una pausa de lilas.

Lahitte , Ana Emilia

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