Vendrán días grisáceos, noctámbulos martirios,
tambores de recuerdos desbordando las sienes,
y un mirar huidizo bogando en tenues lágrimas,
y desérticos labios sin oasis de besos.
Vendrán otoños pétreos, y gélidas mañanas,
tormentas impiadosas, y cielos embozados,
y tu boca y la mía sin luces ni algoritmos
ensayando un adiós sin sed de madrugadas.
Vendrán plegarias nulas, un dios en ostracismo,
un mar ahogando risas, un sol quemando sueños,
y la ilusión perdiendo sus lides contra el miedo
en la demente guerra librada contra el tedio.
Vendrá tus ojos verdes un día a marchitarse,
tus mejillas a hundirse en un terroso abismo,
y el oro de tu pelo mutar en falsa plata,
y el arte del reír, sin versos ni acuarela.
Vendrá tu cuerpo brioso a cosechar astenias,
y tus redondos senos cual cúpulas de iglesias
abjurar de sus formas ante la hoz del tiempo
como abjura la sien al trono de la idea.
Vendrá mi cuerpo inerme a cobijar fatigas,
mi piel a envilecerse de surcos y de espinas,
gemir mis pies en tierra, llorar mi mano en aire,
sin un gramo de fe latiendo en mis entrañas.
Vendrá mi lengua seca a mutilar palabras,
mi oído a cercenar los sones de las aves,
mi sexo enmudecer ante el clamor del fuego,
sin un paso que dar con rumbo a los olvidos.
Vendrán años muy duros, vendrán días muy ciegos,
sin nada que nos vista el alma de alegría
y ayees y suspiros jugando con el tedio
en este lecho insomne en que los dos yacemos.
Mas y tú y yo, mujer, en silencio estaremos
abrazados sin penas, sin norte ni mañanas
mirándonos, soñando, gozando en plenilunio
la alquimia de este amor sin muerte ni pecado.