Es la vida como un serial sabido:
Yo te quiero a dos mil quince de marzo y
tú me dices Goytisolo, y caminas.
Nada en tu espalda me resulta extraño,
ni siquiera el yo de más que te sigue
pronunciando restos de mi aleteo.
Me giro y miro a mi orgullo de lejos
y él me atrae como fuera por descuido
-señor de la elegancia y del respeto-.
Tu cuerpo difuso en la lejanía
me deja en la boca sabor a hiel
turbio dolor y terco en las entrañas.
Adiós, adiós, valiera cualquier cosa
por mi vida esta tarde si el poeta
de letra en letra va, de pena en pena.