A vosotros, hermanos campesinos,
que la tierra lleváis en vuestro pecho,
y el arado clavado en las entrañas
donde lágrima y sangre se hace beso.
Donde todo el dolor se hace ternura
y la carne se quema en el barbecho,
naciendo la amapola estremecida
en la inmensa quietud de tierra y cielo.
Como tobas gigantes en la arcilla
sois hitos de sudor de sal y sueño.
Calcinante es el ascua del estío
sobre el yunque febril de vuestros cuerpos,
y una llaga lleváis en el costado
de injusticia, dolor y sufrimiento.
Lleváis en la mirada la llanura
hecha de sed de lluvias y de hielos.
Corazones desnudos de besanas
con los cuerpos enjutos cual sarmientos.
Hombres de pana, amapola y trigo
con Dios en la blasfemia y en el rezo,
hombres del Cid, de Juan y de Teresa
que vivís soledades en silencio.