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Lamarque De Novoa, José
España
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A ERCILIA

¡Oh, cuán grato es vivir si la esperanza
nos halaga con plácidos ensueños,
y en la futura edad, pura y riente,
dicha sin fin ofrece a nuestros ojos!
Hora gozando de sin par ventura,
lleno de amor y paz indefinibles,
vuelvo a pulsar mi abandonada lira,
y el pensamiento vuela en el espacio
por hallar el objeto que mi alma
en su entusiasmo indescriptible adora.

Yo la admiré radiante de hermosura
por vez primera en el vergel ameno
de su grata mansión, y enajenado,
de amor sentí mi corazón herido.
¡Feliz, feliz mil veces el que pudo
contemplar un momento de sus ojos
el lánguido mirar, y de su boca
la placentera, angelical sonrisa!
Es su talle gentil como la palma
mecida por las auras del otoño,
muestra su tez los sonrosados tintes
de la estiva mañana, y su cabello,
aún más negro que el manto de la noche,
su cuello vela en ondulantes rizos.
Brilla en su frente pudorosa y bella
del genio creador la ardiente llama,
y destellan sus ojos viva lumbre
como el almo lucero de la tarde.

¡Oh encantadora, incomparable, amiga!
Tú la faz sacrosanta me recuerdas
del arcángel divino que en mi infancia
cercano imaginaba al lecho mío,
velando siempre mi tranquilo sueño.
Tú eres la casta, pudorosa virgen
que en su idealismo concibió la mente,
y que mi alma con afán buscaba
en medio del revuelto mar del mundo.

Cual de los euros al ardiente soplo
mustias se inclinan las lozanas flores
perdido su verdor, así en un tiempo
al torrente de fieros desengaños
vi agostarse la flor de mi esperanza.
¡Ay! yo creí desfallecer al peso
de mi acerbo dolor, y ya el terrible
ángel de las tinieblas y la muerte
tendía sobre mí sus negras alas:
Mas tu voz escuché; los dulces ecos
de tu harpa de oro a mí llegaron,
y llanto de ternura vertí entonces,
de amor arrebatada el alma mía.
Así también el triste peregrino
al caminar perdido por las selvas
en noche oscura de aterido invierno,
contémplase feliz si por oriente
vislumbra de la aurora el tibio rayo.

Y tú, ninfa gentil, la aurora fuiste,
la clara aurora del risueño día
de bienandanza y paz. Raudas huyeron
a tu poder las nubes de tristeza
que cercaban mi mente; luminoso
el sol resplandeció de la esperanza,
nuevo encanto prestando a mi existencia.

Y luego... luego en tu mirada ardiente
bebí la inspiración; pulsé la lira,
y en trova melodiosa tu hermosura,
tu preciada virtud y el amor mío,
canté lleno de férvido entusiasmo.
¡Oh venturoso día! En mi memoria
vivirá tu recuerdo, como vive
de mi pasión la inextinguible llama.
Y tú, mi bella Ercilia, que piadosa
diste a mi corazón almo consuelo,
mírame siempre con benignos ojos,
y que nunca las sombras de la duda
oscurezcan tu frente... Yo te amo,
y este amor da a mi pecho nueva vida.
Tu nombre resonando en mis cantares
en alas volara del vago viento,
y en el espacio el eco fugitivo
repitiéndolo irá por la ribera
del manso Betis hasta el mar de Atlante.

Lamarque De Novoa, José

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