¿Morir? No se navega en barco
de piedra, no se calienta la carne
con nieve. Pero es apenas
un salto, un momento difuso,
un pequeño escombro de estrella;
apenas un botón, un resquicio,
una sal, una gota de aguarrás.
En pleno cuerpo, perder minutos,
párpados, lágrimas.
Y ya no tener oídos para el gallo,
nariz para el alcanfor,
manos para lo que cae o se derrama.
Entonces es otro o ninguno el deseo,
el desierto se estira, y no llueve.