¡Quién vio ventura tal, cuando de uno
del par de ojos que más bello yo auguro,
viéndolo de dolor malo y oscuro,
llegó luz que hizo el mío enfermo y bruno!
Volviendo a deshacer así el ayuno
de ver a la que aquí sola procuro,
me fue Cielo y Amor hoy menos duro,
por más que todo don cuento y reúno;
pues de ojo diestro (o sol mejor dijera)
de ella encontró en el diestro mío hospicio
el mal que me deleita y no me ulcera;
que, como si tuviera alas y juicio,
casi cometa fue de la alta esfera;
y la Piedad para llegar le daba indicio.