¡Ay día, ay hora, ay último momento!
¡Ay cielo conjurado en consumirme!
Ay ojos, ¿qué quisistéis hoy decirme
al partir para no ser más contento?
Hoy conozco mis daños, y hoy los siento:
creí (creencia vana y poco firme)
perder parte, y no todo, al dividirme.
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!
Dispuesto lo contrario había ya el cielo:
matar la santa luz por que vivía,
según traía escrito en su mirada.
Mas tuve ante los ojos puesto un velo,
que me hacía no ver lo que veía,
para hacer mi vida al punto aún más llagada.