Lo golpean en el pecho
y en la espalda y no despierta. Es un sueño
profundo, largo, un sueño-
chimenea.
Los relámpagos lo acuchillan,
perros rabiosos le saltan a la cara
desde los muslos, su padre y el padre de su padre
le entran al pecho con palas y lámparas
y cavan la tierra de las horas
hasta la infancia, pero
no abre los ojos, no despierta.
Duerme en un mar vasto y quieto,
en un cálido exilio viejo como el carbón
y nuevo como un recién nacido.
No regresará, no puede regresar, ni quiere