El dolor -una música que se desvanece,
un silencio que se puebla de malos sueños-.
es lo único que sobrevive
después de las llamas frías,
el error instalado en el mundo.
Llamo,
no sé qué se concentra y qué se esparce,
qué erige una casa
y qué se oculta en el baldío,
apenas sé que aquella marca en la madera
exuda una sustancia
que gota sobre una hierba
irremediablemente seca.
Y el aire y el agua se empobrecen,
pierden altura y medida,
un cuerpo y otro cuerpo ya no se ajustan,
se retira lo vivido
con su exceso de cálculo, de derivación,
de deuda.