Sepultan la luz bajo el negro suelo.
El cráneo y su sueño se quedarán a oscuras
y a oscuras beberá el desnudo
el agua de las piedras.
Contra el cristal,
la mejilla de la niña, su mirada
hacia donde las horas se espesan
y la bondad agoniza;
después soñará con bosques deshojados,
una boca abierta en mitad de la palabra añil.
Ahora los pájaros se desbandan,
rozan con sus alas los árboles y los techos;
¿existe espacio de calma, onda en la superficie,
roca terrena o celeste, fruto de Edén, de Matisse
en este lienzo extendido al ojo de la lluvia?
Sepultan la luz a la hora más grave;
la entierran bajo capas de turba;
el mar retrasa su ola,
la tierra espera, en silencio, sedienta.