Fuente. http://letralia.com/entrevistas/2016/04/10/me-llamaba-chiquita-conversacion-con-graziella-pendola/
El mar
—Mentaste, Gabriela, el Mar
que no se aprende sin verlo
y esto de no saber de él
y oírmelo sólo en cuento,
esto, mama, ya duraba
no sé contar cuánto tiempo.
Y así de golpe y porrazo,
él, en brujo marrullero,
cuando ya ni hablábamos de él,
apareció en loco suelto...
Fragmento de “El mar”, de la obra Poema a Chile, de Gabriela Mistral.
Conocí a la señora Graziella Pendola en el hotel Italia e Lido, de Rapallo, donde el 12 de marzo se inauguró la exposición “Figlia di un nuovo popolo, Gabriela Mistral 70 anni dopo il Premio Nobel di Letteratura” (“Hija de un pueblo nuevo, Gabriela Mistral a los setenta años de haber recibido el Premio Nobel de Literatura”), evento organizado por la ciudad de Rapallo y que contó con la presencia del embajador de Chile en Roma, Fernando Ayala, y de quien tuvo los honores de casa el alcalde de la municipalidad, Carlo Bagnasco.
Rapallo es un pueblo del litoral ligur a 27,9 kilómetros de Génova. A esta localidad en el año 1951 llega a vivir Gabriela Mistral, y en uno de los paneles de la exposición que del 12 al 20 de marzo se instaló en el Castillo Antiguo sobre el mar, el símbolo de esta ciudad del norte de Italia, se podía leer el texto del discurso radial que Gabriela Mistral pronunció al llegar. Cito un párrafo:
Italia es la segunda patria de todo europeo y de todo americano. Quien vivió en ella siempre espera volver y cuando logra regresar agradece esta recuperación como una gracia y siente la alegría del mutilado a quien le devuelven la mano o el brazo perdido. Es la experiencia de mi regreso la de haber probado una orfandad o una sangría. Por mi oficio, yo no puedo sino vivir ausente de Chile, mi patria, y Dios me ha cedido dos veces la compensación de tener a Italia, de compartirla con ustedes ligures.
Me reincorporo a la vida italiana con júbilo y honra (...).
Doris Dana tenía que marcharse a los Estados Unidos, y entonces nos pidió a Gilda y a mí que no dejáramos a Gabriela sola, porque ella era muy solitaria; era una mujer que necesitaba que la ayudaran porque si no para Gabriela la vida normal no existía.
Así que sesenta y cinco años después de la llegada de Gabriela Mistral a Rapallo, la ciudad donde vivió la escritora chilena la recordó con este encuentro que rememoró los setenta años de la entrega del Premio Nobel; la parte introductoria del evento se realizó en la sede del hotel que acogió por primera vez a la escritora, mientras que la exposición y un concierto con los poemas de Gabriela Mistral musicalizados por Marta Contreras e interpretados por la soprano Jacqueline Trebitsh tuvieron lugar en la sede del Castillo Antiguo, ya mencionado. Cuando, al comenzar en el hotel Italia e Lido la ceremonia, las autoridades cumplían con los saludos de rigor, a la sala entró una señora de baja estatura con unos ojos azules del color del mar, vestía una chaqueta de fantasía donde predominaban los tonos violeta y una falda negra, su caminar era pausado debido a la edad; al verla llegar a la sala le pidieron que se sentara en primera fila. Era la señora Graziella Pendola; entre sus manos cargaba unas cartas de Gabriela Mistral que le entregó al embajador chileno contándole que ella había conocido personalmente a la escritora, que con ésta había mantenido una estrecha amistad que había durado tres años, por lo que al concluirse la inauguración de la exposición me acerqué a la señora Graziella y le pedí que si era posible cuadrar una entrevista para que me contara la historia de su amistad con Gabriela Mistral. Respondió que sí y me dio su número de teléfono, al que posteriormente la contacté
Quedé con ella a las 10 am del 1 de abril. La señora Graziella me había explicado que al llegar a Rapallo tenía que tomar la calle que lleva al santuario de la Virgen de Montallegro. Y así fue, el viernes, y con hora y media de retraso, tomé el tren en Genova Nervi para ir a Rapallo; luego de cuarenta minutos de viaje me bajé en el riel 2 de la estación que me llevó directamente a la vía que conduce al santuario, como me había explicado por teléfono. Caminé alrededor de trescientos metros buscando la dirección, en un cierto momento y por lo angosto de la acera tropecé con un señor que transportaba una garrafa de aceite, casi rozándolo a causa de la estrechez de la acera le pregunté que si conocía el edificio Nº 65 de Via Fratelli Betti, y muy cordial el señor me respondió: “Esta vía es bastante larga, veamos”, atravesó la calle del lado opuesto para tener una mejor panorámica de los números, observó las casas y sonriendo me señaló el edificio que buscaba; los dos habíamos tropezado en la acera del edificio que estaba buscando. Toqué el timbre del portón principal y subí hasta el primer piso, donde la señora Graziella y su hija Elisabetta, que asistió a la entrevista, me recibieron.
Graziella Péndola