¡Ya están aquí! El panorama poético late y se renueva

Fuente; https://elpais.com/quadern/literatura/2024-04-19/ja-son-aqui-el-panorama-poetic-batega-i-es-renova.html

Este país sigue descubriendo la mayoría de nuevos poetas gracias a los premios y, además del Art Jove de Poesía Salvador Iborra, hay que hablar de la cantera que has ido distinguiendo los premios Francesc Garriga, Martí Dot o Amadeu Oller.



Para quien no esté a cuento de cómo late y se renueva el panorama poético del país , aquí le ofrecemos una pequeña muestra con los nombres y los quehaceres de algunas voces jóvenes interesantes. Lo hacemos basándonos en diversas novedades editoriales relativamente recientes y con la pretensión de ayudar a hacernos una idea de los nuevos vástagos que crecen en este opulento paisaje. Pero no queremos, sólo, mostrar la vitalidad y renovación de este sector de la literatura catalana con orgullo barato, sino, sobre todo, constatar la naturalidad con la que se va actualizando y se remueve con autores de todas las edades y de todas partes, y comprobar cómo esta nueva tanda es alegremente diversa y abundante, rica y atractiva. Tampoco se trata de un ranking de los mejores, ni de una lista exhaustiva. Tiempo al tiempo.

Como querríamos, eso sí, hablar realmente de juventud y hacerlo con propiedad, nos hemos propuesto un tope en la edad de los poetas que mencionaremos, por lo que no encontrará nadie nacido antes del año 1990. Nos ha parecido un número suficientemente redondo y significativo: los mayores se hicieron mayores de edad con la gran recesión y la crisis financiera de 2008.

Una de las principales figuras de esta hornada es la badalonesa Maria Sevilla Paris, que acaba de publicar La noche ovípara (Documents Documenta, 2024), un libro bello y doloroso, relleno de un juguete con el vocabulario científico y fruto de un trabajo estético interesantísimo que certifica que la vía poética por donde investiga (lea 'Plastilina') será un camino fecundo y profundo. Sevilla es una de las almas actuales (con Laia Carbonell y Raquel Santanera) del ciclo del Horinal (Obrador de Recitaciones y Nuevas Actitudes Literarias), que hace de centro neurálgico y de hogar de la poesía en voz alta (desde la Deskomunal , en Sants), y también es una intérprete singular por la forma en que dice y acompaña sus versos.

Fedales de Sevilla, tenemos al menorquín Guillem Benejam, autor de Fondària (Adia Edicions, 2023), una obra que vuelve a demostrarnos la seguridad versificadora de un hombre que ama a su isla porque la conoce y la trabaja, y el sabadellense Gerard Ballester, que ha ganado el premio Tierra de Barro de Deltebre con Les contractures (Onada Edicions, 2024), un artista plástico de sensibilidad despierta que observa y describe la vida con una imaginería muy bien recortada.

Por otro lado, tenemos el primer libro de poesía de Eloi Creus, de quien ya sabíamos que es un traductor excelente (del latín, del griego y del italiano), y que ahora, como una mosca enganchada a la miel (Godall Edicions, 2024), nos demuestra que también tiene el afilado estrecho y que, gracias a él, la lengua catalana seguirá navegando, de vez en cuando, en los ritmos helénicos, para cantar tanto las ambigüedades como las exactitudes de la realidad y del amor; una pieza importante porque compone los poemas desde una estética que bebe de la tradición moderna empapada de clasicismo.

Es destacable, también, El vasto dominio (Bromera Edicions, 2024), de la castellonense Aina Garcia-Carbó, una poeta llena de fuerza combativa y rebelde, que clama desde una sed de justicia arrebatada.

En un espacio extrañamente compartido entre ellas, podríamos situar a Chantal Poch, autora de Cremaven (LaBreu Edicions, 2023), y Laia Pujol Abizanda, autora de Las bestias mudas (Editorial Fonoll, 2023), ambas grandes conocedoras del mundo del cine, y prudentemente tímidas, pero que por escrito estallan, una hacia el deseo medido con cuentagotas y la otra hacia la épica de la confesión, para demostrarnos que la poesía no está hecha de azúcar y silencio, sino de una necesidad (a menudo insatisfecha o imposible de satisfacer) de comunicación lacerante.

Al otro lado, en una extroversión despampanante, está el santpolense Oriol Sauleda, que con I entonces me dijo (Poncianes, 2023), libro dialogado con la médium Amor Estadella, ha hecho un ejercicio de renovación del tarot. Su osadía también se puede vivir en directo gracias al espectáculo que tiene girando ahora mismo arriba y abajo, basado en su último poemario, Llumeneres (Documents Documenta, 2021), en el que hace participar al público en el simulacro de una rábano. Y es que, en el caso de Sauleda, hablamos de un autor que vive en la doble vertiente de escribir y recitar, con un pie en el libro y otro en el escenario, pero que ha llevado esta faceta del show en vivo en el extremo de la improvisación y, como una especie de gurú, ejecuta ceremonias de invención repentina y hermanamiento.

Hereu, precisamente, de la tradición nostrada del canto improvisado, es decir, criado en el grupo de Glosadores de Mallorca, encontramos otra de las primeras espadas de esta generación, el campanero Miquel Àngel Adrover, autor de Las caras de la cugula (Adia Edicions, 2023), una obra que relee y replica una tradición literaria escogida con el corazón y la piensa, hecha de libros y de voces, y participada con fervor. El libro, en este caso, lleva un código QR para poder oír los poemas recitados por el autor, que trabaja esta faceta de la rapsodia con destreza.

Es precisamente para llevar afuera la voz de los versos, que la ibicenca Jèssica Ferrer Escandell, autora de Fissures (Editorial Fonoll, 2023), ha montado una mínima compañía juglaresca, Ses Honorables Virtuts Ilógicas, para teatralizar y desempapelar poemas.

En otra longitud de onda, tenemos otro personaje importante en este retrato de grupo: la osonense Maria Isern, que en el libro Rusc (Labreu edicions, 2023) trabaja una escritura hipnótica y mágica, casi sensitiva, que traslada la poética en un estadio semionírico pero que remueve la piel. Y, en un lugar también singular, podemos descubrir el primer libro del lanzanense Guillem Pérez, Mon cor en la isla de O (Libros del Siglo, 2024), que parece sucesor del mundo sueño de aquellos veraneantes del Alt Empordà (Foix, Garcés... incluso Vicenç Altaió) y, con cantos ritualísticos, construye una especie de gran sortilegio. En este grupo, todavía podríamos incluir los ecos orientalizantes del olivo Esther Climent Gort, autora de Getabako (Bromera Edicions, 2023), no porque tenga el aire irreal o fantasioso, sino por la delicadeza.

El certamen Salvador Iborra ha servido de plataforma y de punto de encuentro para las últimas promociones
Cerrando el grupo de poetas que ya empiezan a tener una edad (y, algunos, una trayectoria), tenemos a los dos últimos ganadores del premio Ausiàs March de Gandia, el navasense Xavier Mas Craviotto, autor de La luz subterránea (Edicions 62, 2023) , y el barcelonés Eduard Olesti, autor de Un cowboy crepuscular (Edicions 62, 2023). Mas Craviotto es una figura fulgurante por la excelencia con la que ha cultivado la prosa y la poesía y, seguramente, el autor más galardonado de esta selección, pero lo es por méritos bien ganados. Olesti, por su parte, es un hombre que se ha movido por el mundo del teatro y es el más irónico e incisivo de los aquí citados, porque se enfrenta al juego poético desde el descaro con el artificio, con la conciencia siempre activa y el revólver siempre listo para joder un disparo donde sea necesario.

De entre los más jóvenes que apenas empiezan a despuntar, encontramos al igualadino Albert Rabell, autor de Fuera del estorbo (Viena Edicions, 2023), un libro muy bien construido y de versos impecables, o el poblado Hug Casals Rotllant, autor de Un cuerpo que hierve (Galerada, 2023), una serie de apuntes dispersos de diario, momentos de vida y viajes.

Hay un par de casos intelectualmente estimulantes. En primer lugar, la vendrellense Laia M. Llobera, que, con Otras plagas (Ediciones de 1984, 2023), hace un ejercicio de reflexión vital y artística que lleva hacia la ebullición verbal lo que en su primer poemario parecía hecho todavía con escuadra y cartabón. Y está la vasta cultura que maneja con traza el santcugatense Pol Vouillamoz, autor de Proses del caient (Edicions de 1984, 2023), que nos ha plantado una obra compleja con un cariz teatral y un tono elegíaco.

Proveniente también del mundo de la dramaturgia, tenemos al barcelonés Martí Berlanga, autor de Quadrupèdia (Labreu Edicions, 2023), un poemario de amores y desamores, sexo y pasión, que ha ganado el último premio Francesc Garriga. Y, finalmente, el barcelonés Jun Komura, autor de Els enyoooors (Viena Edicions, 2024), una voz clara y directa, con un soltura envidiable, que deshace tópicos y escribe con una energía diestra y bien trabada, que ha ganado el Salvador Iborra.

La mayoría de estos últimos autores han pasado (y algunos ganado) por el certamen Art Jove de Poesía Salvador Iborra, una propuesta de la AELC, la Agencia Catalana de la Juventud y el Instituto Balear de la Juventud. Se trata de un concurso importante porque ha servido de plataforma y de punto de encuentro para las últimas promociones, y no sólo les ha dado la opción de encontrarse y confraternizar, sino que les ha mostrado herramientas que pueden ayudar a allanar -los el camino hacia un trabajo poético más sólido. Porque la gracia está en que la organización del concurso reúne a un buen grupo de finalistas en un par de estancias de trabajo de dos o tres días y, de este modo, genera complicidad y da un valor añadido a la convocatoria.

Ciertamente, este país sigue descubriendo la mayoría de nuevos poetas gracias a los premios y, además del Iborra, hay que hablar de la cantera que ha ido distinguiendo el premio Francesc Garriga (organizado por un conglomerado editorial de lujo: LaBreu, Adia, Edicions del Buc y Café Central), que quizás ha tendido más a premiar las “poéticas del cuerpo” (una estética que encaja muy bien para describir el estilo de Pol Guasch o Guillem Gavaldà), o el premio Martí Dot (convocado por el Ayuntamiento de Sant Feliu de Llobregat), que ha ido hacia un arte un punto más desgarrado (pienso en Guim Valls o Carla Fajardo). Sin olvidar la gran fuente de poetas del país, el premio Amadeu Oller (convocado por la parroquia de Sant Medir, en La Bordeta), que últimamente nos ha traído nombres tan pesados ​​en la cultura actual como Irene Solà o Juana Dolores Romero.

Otra característica importante que ha cambiado en el contexto poético es el carácter de exhibición pública, los “recitales”, que cada vez está más presente como una necesidad imperiosa para mostrar y demostrar los talentos. Todos los festivales y ciclos, slams y talleres que se han ido esparciendo por la catalanofonía han hecho que la poesía ya no sea sólo algo libresco, sino que han convertido este arte en una cuestión social y socializada. Esto, por sí mismo, no es ni bueno ni malo, puede contribuir a una mejora de la escritura o no, puede suponer un lastre para las artes de la oratoria o no, pero es un hecho indiscutible que, hoy por hoy , la poesía dicha, en Cataluña, tierra de trovadores, ya forma parte de la concepción de este género.


Por JOSEP PEDRALS