XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

Víctor Jiménez: «La poesía es la palabra que lucha contra el olvido»

Fuente: https://www.abc.es/sevilla/cultura/victor-jimenez-poesia-palabra-lucha-olvido-20240416192942-nts.html

El poeta sevillano ha publicado 'El agua entre las piedras. Antología 1984-2022' (Valparaíso Ediciones), con edición y prólogo de Juan Lamillar.



Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) se siente deudor y a la vez heredero de la tradición poética que inició Gustavo Adolfo Bécquer y que fue continuada por Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado, Luis Cernuda, Rafael Montesinos y Aquilino Duque, entre otros. Autor de libros imprescindibles como 'Las cosas por su sombra' (Adonáis, 1999), XX Premio Florentino Pérez-Embid; 'Al pie de la Letra' (La Isla de Siltolá, 2011); 'La mesa italiana' (Renacimiento, 2015) o 'Con todas las de perder' (Libro de Canto y Cuento, 2019), ha publicado 'El agua entre las piedras. Antología 1984-2022' (Valparaíso Ediciones) en una edición de Juan Lamillar. En este volumen reúne lo mejor de su producción.

—Esta antología recoge un trabajo poético que encierra toda una vida, ¿no es así?


—Efectivamente se recoge toda mi creación. Aunque yo publiqué en 1981 un libro en el que todavía era adolescente. Empecé a escribir gracias a las clases de literatura que recibí de José María Vaz de Soto, uno de los narraluces. Él me dio literatura en COU. Él fue fundamental en mis inicios porque en aquella época nos teníamos que aprender de memoria fechas, nombre, etc., pero con Vaz de Soto descubrimos a grandes autores leyendo en clase. Un mes leíamos a los Machado, otro mes a Cernuda, a Miguel Hernández etc. La primera vez que oí hablar de Cernuda fue ahí con 16 años —yo iba un curso adelantado— y para mí supuso todo un descubrimiento. Mi primer libro era muy becqueriano, 'Al alba nueva de mi sangre'. Como Juan Ramón hizo con 'Ninfeas', que visitaba a sus amigos para quitar el libro de en medio, yo hice lo mismo. No lo pongo en mi currículum. Ese libro lo firmé con mi nombre completo, Víctor Jiménez Guerrero, pero a partir de ahí firmé como Víctor Jiménez. También fueron fundamentales en mi trayectoria los poetas que llevaban la colección Ángaro: Francisco Mena Cantero y Manuel Fernández Calvo. Yo tenía una formación clásica y había leído los sonetos de Blas de Otero y 'El rayo que no cesa' y 'El silbo vulnerado' de Miguel Hernández. Yo tenía un libro que iba a publicar con el nombre 'Poniente,' que iba salir en la colección El Mágico Íntimo, que tenían Pepe Serrallé y José Antonio Guerrero Reina. Era para gente de menos de 30 años, pero las subvenciones se pararon y no se pudo editar. Cuando conocí a Mena Cantero, elegimos una colección de los sonetos que no se habían podido publicar antes con el nombre de 'La singladura', y ese libro de 1984 es el primero que se incluye en esta antología. Es un libro con formas métricas tradicionales con reminiscencias al barroco, pero con un tono actual.

—¿En qué se diferencia esta antología de la otra que publicó en 2009, 'El tiempo entre los labios'?

—Esa primera antología recogía desde 'La singladura' hasta 'Taberna inglesa' (2006). Era una antología temática, pero no cronológica, y hubo alguna persona que echó en falta la procedencia de los poemas. En esta antología hemos hecho una selección cronológica, libro por libro. Además, se recogen poemas de 'Al pie de la letra', 'Tango para engañar a la tristeza', 'La mesa italiana', 'Frecuencia modulada', 'Cuando eran una vida los veranos', que es un libro para adolescentes, y 'Con todas las de perder'. En 'El tiempo entre los labios' el prólogo lo hizo Fernando Guzmán Simón. Aquí lo ha hecho Juan Lamillar, que conoce mi obra. Además, yo quería alejarme de mis poemas. Él ha hecho el trabajo a conciencia. El prólogo de 'La mesa italiana' también es suyo.

—¿Cuáles son sus libros fundamentales?

—En mi primera época está 'Las cosas por su sombra', que es con el que gané el Premio Florentino Pérez-Embid. Ahí cerré mi primera etapa. Luego está 'Al pie de la letra', que no tiene que ver con mi poesía tradicional. Ahí, en vez de tirar de los recursos propios de la literatura, es decir, de la metáfora y de las imágenes, tiro del sarcasmo y de la ironía con un lenguaje totalmente coloquial. Traté de denunciar la falta de valores en la enseñanza, un mundo que conozco bien porque he sido profesor de Lengua y de Inglés. Ese libro tiene un tono pesimista, pero tratado con humor. Yo siempre escribo sobre lo que vivo o sobe lo que sueño. Hay un poema que se llama 'Los buenos estudiantes' que refleja una experiencia mía. En este poema se relata cuando me he encontrado en la calle con estudiantes míos que eran muy trastos y que a lo mejor se dedicaron luego a profesiones como camareros o a cajeras de supermercado, pero luego al verme siempre han sido cariñosísimos conmigo. En cambio, me he encontrado por ejemplo a una alumna que era de 9 o de 10, pero que al verme no me decía ni hola. Por eso yo acabo el poema con un juego de palabras diciendo que los hubiera aprobado en Humanidades.

—¿Qué concepto tiene la poesía?

—Para mí la poesía es la palabra esencial que llama a las cosas por su sombra o por su lumbre. A su vez, la poesía es la palabra con la que luchamos contra el olvido, pero con todas las que perder, porque al final, ¿cuántos poemas permanecen? En 'Las cosas por su sombra' me acerco a los poetas de mi generación. También me parece un libro importante 'Tango para engañar a la tristeza', con el que fui primer accésit del Premio de Poesía Luis Cernuda en 2002. En 'La mesa italiana' hice una obra miscelánea que igual encierra poemas existenciales que poemas de amor. La mesa italiana es cuando los actores se reúnen para leer en privado el guion de una película o una obra de teatro. La mesa italiana soy yo mismo, pero en distintas edades. En esa mesa siento al niño que fui, al adolescente que por primera vez se enamora, al hombre maduro o al que puedo ser en un futuro. Ese libro es quizás mi libro de poesía culta fundamental porque recoge toda mi trayectoria.

—En su poesía está la infancia muy presente.

—En muchos de mis poemas recuerdo la casa de mi infancia en San Bernardo, que es la misma donde nació Pepe Luis Vázquez y que estaba al lado de una casa de vecinos. Esa casa se iba a proteger porque tenía una placa que conmemoraba el cincuenta aniversario de la alternativa de Pepe Luis. Iban a hacer una casa nueva y, como vieron que había restos arqueológicos, quitaron la placa. Han dejado la casa del centro, pero donde estaba una puerta con su zaguán, su cancela y unas ventanas, lo han convertido en tres ventanas. Ahí estaba mi infancia, pero ya no existe. Tengo fotos de Pepe Luis en la puerta de mi casa con mi tía. Mi abuelo era muy taurino. Cuando Pepe Luis se hacía entrevistas, hablaba mi abuelo. Yo quería mucho a Aquilino Duque. Cuando le pasé uno de mis primeros libros, me mandó una carta con una crítica muy elogiosa. Una vez le conté lo de Pepe Luis y Aquilino me dijo: «Víctor, vente con tu mujer mañana que he invitado a Pepe Luis para que los conozcas. Él fue con su hijo, con quien congenié por edad. Aquilino me parece un poeta fundamental. Mi línea es Bécquer, los Machado, Juan Ramón, Cernuda, Montesinos y Aquilino Duque. Creo que a Aquilino le ocurre lo que me pasa a mí, porque tiene una poesía culta, pero también una más popular.

—Lo popular entronca con su libro 'Con todas las de perder', en el que las soleares son protagonistas.

—Ese es un tema curioso. Como yo leía a Manuel Alcántara, a Montesinos y al mismo Aquilino, en algunos de mis libros tenía espigada algunas soleares. En 'Taberna inglesa' incluyo una que se titulaba 'Dicen que la distancia': «Nos va separando el tiempo./Tú siempre los mismos años/y yo los que voy cumpliendo». Yo me acordaba de una niña de la que me enamoré con 15 años y ya no la volví a ver. Para mí la imagen era la de una joven de 15 años y ella no cumplía años. Empecé a escribir soleares porque es algo que te sale al paso. A veces estoy acostado y me tengo que levantar para escribirlas. Empecé a hacer soleares sobre distintos temas como la poesía. Muchas de las ideas que tengo sobre la poesía las traslado a las soleares. En 'Con todas las de perder' hay una soleá dedicada a las personas que dicen que no me reconocen al escribir porque yo tengo un carácter de barrio y en mis textos me expreso de otra forma: «A quien dice que soy otro/cuando escribo y no lo entiende,/le digo que yo tampoco».

—¿Qué está escribiendo ahora?

—Tengo muchas soleares para otro nuevo volumen y muchos poemas como para otro libro de poesía culta que mezclará temas de amor con otros más existenciales.


Por ANDRÉS GONZÁLEZ-BARBA