Tanda de poesía, reggae y adulterio - Panamá

Fuente: http://laestrella.com.pa/estilo/cultura/tanda-poesia-reggae-adulterio/23891393

Ayer David, el poeta que siempre menciono, me contó que por primera vez en mucho tiempo salió de noche en su pueblo. Me contó que se topó en el parque con una vieja amiga que ahora trabaja para la radio y que esta le dijo que se pasara por su cabina de radio y que hablara de su trabajo poético, de sus libros, de sus premios.

Cosa rara, de cuándo acá invitan a un poeta a hablar en la radio. Pero bueno, David me cuenta que agradeció el detalle. La cuestión es que allá se fue David como a las ocho de la noche con algunos de sus libros en mano. Subió una escalera y giró a la izquierda, como la amiga le había explicado que tenía que hacer, entró a una sala de espera desde la que se podía ver la cabina en donde a su vez se le podía ver y escuchar a la vieja amiga, con pantalones cortos y una ajustada blusa color lila, moviéndose con grandes audífonos en la cabeza y gritando cosas ininteligibles al ritmo de una música que podía ser reguetón o bachata o vallenato, según el exagerado de David.

Allí esperó un rato en la sala de espera el buen poeta David dando vueltas en círculos y sin conversar con nadie, pues no había recepcionista ni secretaria, hasta que la vieja amiga se dio la media vuelta y al verlo se sacó los audífonos de la cabeza, dejó de dar manotazos en el aire y de gritar misterios y lo fue a buscar. La vieja amiga, alta y de muy buen ver, dice David, le dio la bienvenida con un beso y un abrazo y lo invitó a pasar a su cabina. El poeta obedeció y la siguió. Ella le dijo que esperara un momento más mientras despedía la ‘tanda bailable'. Allí se puso en una esquina escuchando cómo la vieja amiga decía en el micrófono que allí iba una para esos corazones rotos y masoquistas y para esos hombres malos que no hacen otra cosa que lastimar a las pobres mujeres tontas e inmediatamente después la vieja amiga apretó un botoncito celeste en la mesa de control y empezó a sonar un merengue, ella se volvió a quitar los audífonos enormes que le cubrían casi toda la cabeza y le dijo a David que después de que terminara la canción que estaba sonando cambiarían radicalmente la programación y leerían, así, sin avisar, uno de sus poemas. Le preguntó si él quería leer o si quería e que ella leyera. David se encogió de hombros y ella dijo que mejor leyera él, pues la gente ‘siempre' quiere escuchar al autor.

La cuestión es que poco antes de que terminara el merengue, ella se puso los audífonos de nuevo, le hizo señas de que se pusiera otro par de audífonos que estaban cerca de él, él obedeció, abrió un libro y leyó un poema que hablaba de sexo, desamor, pasión, traición, etc. Cuando terminó, la vieja amiga sacudió la cabeza en señal de aprobación y enseñó un pulgar de ‘muy bueno' y dijo en el micrófono algo así como ‘bueno, mi gente, acaban de escuchar un poema de uno de nuestro poetas nacionales; ahora vamos con algo de salsa y después volvemos'. Y así fue hasta más o menos las once la de la noche: salsa sensual, poema, merengue, poema, bachata, poema, vallenato, poema. Cuando acabaron, la vieja amiga le dijo a David que si quería acompañarla a casa. David dijo que sí. Se fueron caminando. Cruzaron el parque del pueblo vacío. En el camino, la vieja amiga le dijo a David que en la escuela él siempre le había gustado mucho. Llegaron a la casa, entraron en la recámara e hicieron el amor entre ladridos de perros en la lejanía.

A eso de las cinco de la mañana, la vieja amiga lo despertó bruscamente, pues su marido (el de ella, obvio) regresaría de trabajar de la capital a eso de las siete y pues no era conveniente que lo encontrara con ella. Y así fue, David se vistió rápidamente y salió. Le regaló uno de sus libros. Ella le dijo que la escuchara todas las noches. David lo hace, fielmente, y escucha las canciones que ella pone sobre corazones rotos de mujeres y hombres que lastiman. Ella lee sus poemas en silencio dentro de la cabina mientras las canciones suenan. David escucha.

MÚSICO Y POETA