Fuente: http://www.elnortedecastilla.es/culturas/libros/201601/18/rodrigo-garrido-asoma-abismo-20160116194743.html
Si no fuéramos mortales, ¿cómo viviríamos? ¿Prestaríamos menos atención a la vida? ¿Perderíamos el miedo a la muerte? Estas preguntas se plantea el poeta Rodrigo Garrido Paniagua (Valladolid, 1978) en su último libro, ‘La primera vez que vi un animal muerto’ (Difácil, 2016), una colección de miedos, incertidumbres y dudas en las que la respuesta, imposible, nunca llega, y el autor traslada sus inquietudes al lector, en un diálogo que invita a la interacción y a la reinterpretación de lo leído.
«Ser consciente de la mortalidad tiene que servirnos para darnos cuenta de que hay que aprovechar la vida», sostiene Garrido. En sus poemas se respira un aire de melancolía, sin esoterismos ni misticismos, y desprenden una vocación que huye de lo personalista para abarcar lo universal: «La poesía, como todas las artes, es un camino para llegar a entender al ser humano en general», continúa, sobre el periplo lírico hacia la condición humana finita que invita a recorrer mediante la abstracción y la reflexión.
Comienza ‘La primera vez que vi un animal muerto’ con esos ‘Extrañamientos’ que obligan al lector a ‘Perder la intimidad’, como reza la primera parte del libro, para verse desde fuera en un viaje contemplativo y melancólico: «Como la escultura, la poesía es un arte que hay que mirar desde la distancia», explica el autor, que empapa sus textos de un tono nostálgico y con palabras breves y contundentes, como un testamento: «El lenguaje es capaz de crear la realidad y manipularla, de generar nuevas realidades a base de metáforas, y de construir conceptos abstractos como la tristeza», apunta.
Perspectiva necesaria
Prosigue la odisea al abismo de la mortalidad con ‘Pronunciar lo que se teme’, para concluir en ‘Patrimonio en llamas’ hasta llegar a su fina; ‘La vida en la boca’: «Los ojos con los que miramos a la belleza de la vida han de ser propicios, conscientes de que lo que tenemos ahora se va a acabar y de que no tendremos una segunda oportunidad», expone Garrido. Sus poemas funcionan como últimas oportunidades de transmitir el mensaje, planteando preguntas que nunca tendrán respuesta: «Nunca se consigue dar con la solución, la poesía siempre vuelve sobre los mismos cinco o seis temas que, desde siempre, han atormentado al hombre».
Además de poeta, Roberto Garrido también es profesor de Historia, y conjuga sus dos pasiones en todos sus tiempos verbales: «De igual modo que ocurre con la poesía, la Historia ha de contemplarse con perspectiva para entenderse, el distanciamiento es necesario para verlo en su contexto». Su tesis se extiende a nivel social: «La poesía es un espejo que nos relata cómo somos, es un mecanismo que la sociedad tiene para entenderse a sí misma».
Se explica así que el grueso de sus trabajos sea, hasta ahora, de corte social, como lo demuestra ‘Los dormidos’ (Origami, 2014) o su participación en las antologías ‘Ni una más. Poemas por Ciudad Juárez’ (Amargord, 2014), y ‘Voces del Extremo. Poesía antidisturbios’ (Amargord, 2015): «Cualquier tipo de poesía, aunque no sea política o social, ya es una victoria», declara. «En la sociedad hay un desierto emotivo donde mostrar emociones equivale a ser débiles, y la poesía ha de conquistar un espacio de silencio reflexivo en este ruido de bombardeo mediático».
¿Y para qué sirve la reflexión si jamás encontraremos las soluciones a nuestras preguntas? «Afortunadamente», ríe Garrido. «Lo humano es tan amplio que es imposible hallar una respuesta al sentido de la vida, pero escribir aplaca esa angustia vital, al menos momentáneamente», reflexiona. «También supone, en último término, una forma más de maravillarse con la propia vida».
Roberto Garrido Paniagua, que también colabora en revistas poéticas como ‘La Cobaya’ o ‘Papeles del Martes’ y se ha autopublicado los cuadernos líricos ‘La identidad mordida’ y ‘Trayecto’, forma parte, a su vez, de la iniciativa de micrófono abierto de poesía y microrrelato ‘Susurros a pleno pulmón’, que desempeña un recital cada viernes en el bar El Desierto Rojo.
SAMUEL REGUEIRA