El texto y sus formas

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Kenneth-Goldsmith-texto-formas_0_1492650741.html

En “El peronismo (spam)”, Carlos Gradín buscó en Google el sintagma “El peronismo es como” y el resultado se convirtió en el poema.

En “El Aleph engordado”, Pablo Katchadjian engordó con palabras el cuento de Borges, publicó la plaqueta en una editorial independiente y el resultado fue un juicio iniciado por María Kodama por defraudación y uno de los debates literarios más efervescentes de los últimos años, que terminó con manifestación en la Biblioteca Nacional e incluso con muestras de apoyo a Katchadjian como la de Milton Läufer, escritor argentino que le dedicó su obra “El Aleph a dieta (hasta la ininteligibilidad)”, una obra de poesía visual que consiste en el cuento íntegro de Borges al que –en un gesto paródico– empiezan a borrársele las palabras hasta que el texto queda en su mínima expresión. Para evitar problemas judiciales, Läufer tuvo el recaudo de incorporar una leyenda entre paréntesis que dice: “todos los derechos del texto original reservadísimos para M. Kodama y sólo sólo sólo para ella, la profeta de Georgie”. Ninguno de estos ejemplos se incluyen en el libro Escritura no-creativa de Kenneth Goldsmith, sin embargo podrían formar parte del corpus que el poeta estadounidense analiza para plantear el desarrollo de una escritura conceptual en la literatura contemporánea.

Fundador del documentado archivo de la vanguardia Ubuweb y editor del archivo de poesía online PennSound, Goldsmith plantea que las dinámicas conservadoras de los programas de escritura creativa estandarizaron la producción literaria sin profundizar en las posibilidades (e incluso complejidades) que aporta la revolución digital y la sobreabundancia de formas textuales que atraviesan la vida cotidiana. ¿Eso es literatura? Goldsmith arriesga que podría serlo. La literatura podría respirar en las anónimas conversaciones callejeras, en el cotilleo histérico de Twitter o en las confesiones melodramáticas de Facebook. Y sólo es cuestión de capturarlas y ofrecerlas como objeto artístico. A partir de este libro podemos articular una serie de discusiones sobre la autoría, el plagio, la programación, el sampleo, la banalidad, el ruido, la cita, la intertextualidad y el chiste. En el centro rigen las bases del arte conceptual incorporado a la literatura. “La escritura contemporánea –propone Goldsmith– requiere de la pericia de una secretaria mezclada con la actitud de un pirata: copiar, organizar, cotejar, archivar y reimprimir, junto a una tendencia más clandestina hacia el contrabando, el saqueo, el acaparamiento y la distribución de archivos.” Una literatura posidentitaria donde rige la fragmentación digital.

Goldsmith traza una sinuosa línea que deambula entre El libro de los pasajes de Walter Benjamin a las reflexiones de Borges a partir de Pierre Menard, navega por las variantes de poesía concreta de Mallarmé y Apollinaire, actualiza su estado con la crítica situacionista al capitalismo de Guy Debord y la cultura pop de Andy Warhol, se fascina con la rítmica erudición de David Markson y las listas alimenticias de Perec y el registro detallado que Boswell hace de la vida de Samuel Johnson hasta llegar a favear experimentos insólitos como The Xenotext Experiment de Christian Bök, en el que el autor inocula un poema a una bacteria, “un poema que durará tanto tiempo que sobrevivirá a la eventual destrucción de la Tierra” para no ser leído por nosotros sino por quién sabe quién.

“La escritura no-creativa –propone en definitiva Goldsmith– es un puente que conecta las innovaciones humanas de la literatura del siglo XX con la robopoética tecnológica del siglo XXI”. Siendo parte de una generación criada en los olds media pero enamorado e inmerso en los nuevos, Goldsmith analiza sin prejuicios la producción textual incesante del mundo contemporáneo y arriesga experiencias artísticas más tendientes al pensamiento que a la emoción. El ensayista comprende que la mejor forma de lidiar con textos desconcertantes no es preguntarse qué son sino qué no son y encontrarles su sentido. Y por lo general llega a la conclusión de que se trata de conceptos revestidos de literatura. La escritura no-creativa –entiende– permite una nueva manera de escribir sobre nosotros mismos. “Al hacer un inventario de lo mundano, de lo que comemos y lo que leemos, dejamos un rastro que revela tanto de nosotros como la opción mucho más tradicional de llevar un diario y, al mismo tiempo, abre un espacio suficiente para que el lector haga sus propias conexiones y construya una multiplicidad de narrativas.”
DIEGO ERLAN