Fuente: https://www.abc.es/cultura/muere-poeta-portugues-nuno-judice-anos20240318094447-nt.html
Nuno Júdice era un hombre tímido, absolutamente silencioso, algo o mucho distante y con ademanes meditativos. En un país tan sensible como Portugal no es extraño que lloren su muerte.
Al final fue lo que siempre quiso ser: una gloria pública nacional, bendecida por los poderes políticos y que, de alguna manera, era continuador de la tradición insigne de la gran poesía portuguesa.
Nacido en Mexilhoeira Grande (Portimão) en 1949, profesor universitario, tuvo cargos públicos como el de agregado cultural de la embajada de Portugal en París y llegó a dirigir la Casa Fernando Pessoa.
En nadie como en él halló mejor acomodo aquella estética de cierto neovanguardismo muy vinculada a formas y decires de la poesía francesa de los años 60. En nadie como en él la moda metapoética tuvo su más alto representante. En 'Noción de poema' (1972) o en 'Mecanismo Romántico de Fragmentación' (1975) nos presenta una indudable capacidad para reflexionar sobre el ser de la poesía, sobre las capacidades del poema en relación no solo a la forma de expresar la realidad, sino a la forma de integrarse en la materia discursiva del mundo.
Metapoesía
Este sentido autoanalítico, demasiado cerrado en sí mismo, tenía que ver solo hasta cierto punto con otras aventuras de la relación de la poesía con lo real que se daban en la obra de António Ramos Rosa, Carlos de Oliveira o Sophia de Mello Breyner Andresen. La metapoesía de Nuno Júdice no partía tanto de una experiencia biográfica como de una experiencia intelectual, era una construcción mental donde la poesía se sometía a un análisis de acuerdo a teorías lingüísticas y estéticas entonces en boga.
Esto le llevó a un callejón sin salida y, por ello mismo, tuvo que reinventarse. Poco a poco inició el camino hacia una poesía más realista, más intimista, tal vez siguiendo la senda marcada ya en su generación por poetas como Joaquim Manuel Magalhães.
Júdice nunca fue un Auden, ni un Larkin, su poesía tenía un vuelo hacia lo metafísico y su lenguaje nunca dejó de lado la tensión y el riesgo. En libros como 'Un canto en la espesura del tiempo', el primero de los suyos traducido al español por el lusista y poeta José Luis Puerto, nos encontramos un Júdice donde la experiencia de lo real es a la vez una experiencia de emoción y de pensamiento.
Es, por tanto, una poesía meditativa en la que el tema del tiempo, de los desgastes personales en medio de la edad, de las ruinas del mundo propio, están vistos desde una óptica absolutamente melancólica sin dejar de ser vital. De alguna manera, la poesía última de Júdice vuelve al romanticismo, vuelve al hiato entre el yo y el mundo, o lo que es lo mismo, entre la conciencia y el tiempo.
Investigador literario
Júdice fue, además, un gran investigador literario. Esto quiere decir que con su labor crítica intentó desbrozar no solo los dilemas de la poesía de nuestra actualidad sino también la función y la naturaleza de la poesía moderna portuguesa. Sus estudios sobre el grupo de Orpheu, o sobre el futurismo portugués, son muy lúcidos, muy certeros en sus formulaciones. Júdice sabía que en el tablero futurista desplegado por Pessoa y Álvaro de Campos, entre otros, se jugó la partida de una estética nueva, de un modo de decir adaptado al ritmo de las ciudades, de la tecnología y de la rapidez en las emociones contemporáneas que tanto nos iban a influir para escribir poéticamente sobre la realidad de estas sociedades postmodernas.
Se puede decir, sin embargo, que él fue, en el fondo, un poeta simbolista que no dejaba de lado la reflexión, un poeta que de alguna manera quería situarse antes de los grandes terremotos literarios ocasionados por las vanguardias. Necesitaba ser más Teixeira de Pascoães que Fernando Pessoa.
Ha muerto Nuno Júdice y con él una página singular en la poesía portuguesa de estas últimas décadas. Portugal lo despedirá como despide a sus poetas, sobre todo cuando marcaron una época y fueron distinguidos con los grandes premios de ese país y con premios internacionales como el Reina Sofía. Muere con él una voz que llenó de alegría a tantos lectores, que buscó la cercanía a los lectores para sentirse acompañada y comprendida.
Por DIEGO DONCEL