Leonor de Aquitania

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Dos veces reina, hija de reyes, madre de reyes, regenta, impulsora cultural del s.XII, defensora de las igualdades, inteligente, culta, ambiciosa y, además; hermosa, bella, enamoradiza, idealista, romántica, pasional y apasionada. Leonor de Aquitania nació un diecinueve de Noviembre de 1122.

Fue educada en una corte con costumbres liberales, el amor y la pasión por los trovadores, la cultura, la música, las letras, la filosofía, la pintura, etc. Se lo debe sobre todo a su abuelo, Guillermo IX de Aquitania, apodado “El trovador”.

Su padre Guillermo X falleció un nueve de Abril de 1137 tras una peregrinación a Santiago de Compostela. Estos acontecimientos y las adversidades de la vida hicieron que Leonor heredara la corona del reino de Aquitania. Antes de morir su padre, este había solventado el matrimonio de su hija con Luis VII de Francia.

Leonor se casó enamorada, entusiasmada, ilusionada, creyendo en el amor de su vida y en el amor para toda la vida. Y aunque a Luis aquella mujer le atraía y la admiraba profundamente, incluso le producía cierto respeto, para él la religiosidad era más importante, ya que había sido educado para el servicio de la Iglesia pero la muerte de su hermano lo colocó como Rey de Francia. La actitud de Luis siempre tan piadoso, religioso, callado, reservado… terminó cansando a Leonor, y la vida en la corte no era la misma a la que ella estaba acostumbrada, aunque para Francia se hubiese llevado un séquito de los mejores trovadores de su reino.

Aun así, nunca se rindió en intentar que su matrimonio funcionase. Puso todo su empeño y esfuerzo, tanto fue así que pronto comenzó a disponer en las decisiones de su marido, y este la apoyaba en argumentos.

Leonor, no era solo culta, también inteligente y lo demostró en numerosas decisiones que la pareja tomó en conjunto. Pero ni la religiosidad de Luis VII, Rey de Francia, ni la inteligencia de Leonor impidieron que se cometiera uno de los actos más sangrientos de la historia, la muerte de más de mil trescientas personas quemadas en una Iglesia.

Lo que le llevó a la Segunda Cruzada. Y digo les llevó porque aquí Leonor demuestra una vez más ser una mujer avanzada en su tiempo, una mujer de carácter y personalidad, de valentía, orgullo y dignidad.

Leonor, para sorpresa de todos, acompañó a su marido la segunda Cruzada. Allí en Antioquía, cerca de lazos familiares, Leonor fue acusada de mantener relaciones con su tío, Raimundo de Tolosa, a quien admiraba con fervor.

Su marido, conocedor de estas habladurías nunca demostradas ni desmentidas, protagonizaría uno de los actos más deshonrosos para el ser humano, maltrataría a Leonor acusándola de todo tipo de infamias.

Esta en contra de todo pronóstico y de lo que se podía esperar de una Reina y una mujer de aquella época, repudiaría a su marido públicamente. Alegando que tenían un parentesco y que su matrimonio debía ser anulado de inmediato, pues era cierto que en anteriores linajes tenían un leve parentesco. Tal fue el acto que tuvo que intervenir el mismísimo Papa, Eugenio III para intentar que el matrimonio siguiera adelante.

Y lo consiguió, pero unos años más tarde en 1152 sería Luis quien la repudiaría a ella. A él no le costaría tanto como a Leonor en su momento. Leonor de Aquitania, con 29 años, repudiada por el Rey de Francia y con dos hijas de este, no se dio por vencida.

Con toda su herencia territorial que no era ni más ni menos que un tercio del territorio francés. Volvió a levantar su legado y herencia. Esta vez poniendo los ojos en un joven Enrique II, heredero al trono de Inglaterra que contaba con tan solo 18 años. Nueve menos que ella. Se enamoraron, vivieron un amor en la corte como pocos se conocen, ambos disfrutaban del arte, de la música, de las letras… y los herederos no tardaron en llegar.

Ocho hijos le dio Leonor a Enrique, de los cuales cinco fueron varones. Pero con el paso de los años la situación política hacía estragos en la persona de Enrique y Leonor vería peligrar su legado, la herencia de sus hijos.

Así que convenció a estos para que destronaran a su padre y aunque fallaron en el intento, Enrique perdonó a todos sus hijos, pero a quien no perdonó fue a Leonor, a quien desterró y arrestó en Salisbury hasta la muerte de este en 1189. Pero Leonor seguía fuerte, seguía siendo hermosa, seguía pensando que aún tenía que dejar algo más en herencia que unos simples hijos herederos de reinos, y matrimonios acordados.

Leonor creía en la eternidad, en la eternidad de las palabras. Y lo dejó reflejado en toda la cultura inglesa que hoy conocemos y que a ella le debemos, la historia del santo Grial, el ciclo Artúrico, todas las historias célticas y tenemos también gracias a ella, la primera crónica de una coronación.

La coronación de su hijo Ricardo “Corazón de león”. Es la primera crónica escrita que existe en la historia. Pero aún hay más, si algo aprendió Leonor de los amores, es que en aquella época debían ser educados.

Y aquí tenemos el código del amor, dividido en treinta y un capítulos. Sí, Leonor puso de moda el amor cortés, el cortejo a las damas, cortejar a un amor. Junto con su hija María de Champaña (primera poeta Francesa reconocida), fruto de su primer amor con Luis VII. Ambas hicieron de la corte un lugar de educación del amor, las parejas iban allí a conocerse, a hablar, a entenderse, a solucionar sus problemas…

Así se despide Leonor del mundo, tal y como el mundo la recibió entre trovadores, amor y alegría. Dicen que murió a los 82 años. Aún bella, con todos sus dientes aún perfectos, su pelo era de blanco lino, su cuerpo aún esbelto. Gracias Leonor, por abrir el camino dando los primeros pasos.

Por Ana Calvo, Granada