Las canéforas de Rubén Darío - Nicaragua

Fuente: http://www.laprensa.com.ni/2016/02/20/columna-del-dia/1989335-las-caneforas-de-ruben-dario

Con motivo de la conmemoración del centenario de la muerte de Rubén Darío se ha hablado de las canéforas que acompañaron su cortejo fúnebre cuando fue sepultado en la catedral de León. Y además se reprodujeron fotografías que muestran a las bonitas muchachas de la clase alta leonesa que desfilaron sobre una carroza, vestidas como canéforas, en aquellas exequias memorables.

Tenía mucho sentido esa muestra de cultura clásica griega en los funerales del poeta nacional. Las canéforas, lo mismo que las musas, ocuparon un buen sitio en la poesía de Rubén Darío. Como ejemplo cito el hermoso poema Responso a Verlaine, escrito por Darío en 1896 cuando supo de la muerte del poeta francés Paul Verlaine:

“...Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel;
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros
de mujeres
bajo un simbólico laurel!...”
Darío, como se sabe, tenía un conocimiento extenso y profundo de la mitología griega y romana e invocaba en sus poemas a muchos personajes, motivos o leyendas mitológicas.

Por lo general todos los poetas conocen y aprovechan en sus creaciones la mitología, sobre todo la grecorromana, y dicen beber de las aguas inspiradoras de la Fuente Castalia, en el sagrado monte Parnaso, donde Apolo solía reunirse con su corte de hermosas musas. Sin embargo, hubo —y hay todavía— quienes critican la poesía dariana precisamente por su reiterado recurso a la mitología clásica.

Del poeta español andaluz, Federico García Lorca, se cuenta que cuando leyó el verso de Rubén Darío del poema dedicado a Verlaine (“Que púberes canéforas te ofrenden el acanto”), exclamó con sorna: “De todo solamente he entendido ‘que’”.

Debe de haber sido una broma de García Lorca pues él también conocía a fondo la mitología y admiraba a Darío. “Poeta de América y de España” y “gran poeta nicaragüense, argentino, chileno y español Rubén Darío”, dijo García Lorca en un discurso al alimón con Pablo Neruda, en 1933, en Buenos Aires, según anota en un ensayo el hispanista irlandés Ian Gibson, gran estudioso de la vida y obra de Darío y de García Lorca.

Pero volvamos a las canéforas. Canéfora significa canasta, o canastilla. Canéforas les decían a las jovencitas de Atenas, que durante las procesiones de la diosa Atenea (pero también en las fiestas de otras divinidades), desfilaban llevando sobre sus cabezas preciosas canastillas adornadas con flores y mirto.

Las canéforas eran muchachas de la aristocracia, escogidas entre las más bonitas de cara y las más hermosas de cuerpo. Las jovencitas feas y de figuras comunes, aunque fuesen nobles no podían ser canéforas.

Las canéforas iban delante de la procesión vistiendo ropas finas y lujosas, llevaban en sus manos bandejas de oro y plata con guirnaldas de flores o frutos de la primera cosecha, o el cuchillo sagrado con el cual se sacrificaría la res ovina, caprina o vacuna que se ofrendaría a la diosa patrona de Atenas para recibir de ella sus favores y condescendencia.

El mitólogo francés, Jean Francois Michel Noël, dice que las canéforas también participaban en las fiestas en honor a Dionisio (al que los romanos llamaban Baco). En este caso las cestillas que las canéforas llevaban sobre las cabezas eran de oro, pero de su contenido no se tiene certeza. Sin embargo el mismo mitólogo galo sugiere que lo que llevaban las canéforas en las canastillas eran figuras fálicas, como las que las sacerdotisas hindúes usaban en las celebraciones del dios Shiva.

Michel Noël agrega que en Atenas también llamaban canéforas a las muchachas que al llegar a la edad casadera, iban al templo de Artemisa para hacerle ofrendas y pedirle su gracia y felicidad en el matrimonio. Tal vez en este caso era que en las canastillas que llevaban sobre sus cabezas, las canéforas además de flores y mirto portaban esa figura fálica, siendo que la procesión era para pedir a la diosa que les diera felicidad en la relación conyugal que ya estaban listas para comenzar.
Luis Sánchez Sancho