Un libro intenso, como ya es habitual en el autor argentino. Lleno de sabiduría. Quien ve lo pequeño posee la clarividencia.
Se podría decir que toda la obra del poeta argentino Hugo Mujica es un gran libro único, un gran poema único cuyo motivo central es ver en las pequeñas cosas el resplandor de lo sagrado.
Poeta del despojamiento no le gusta mirar la grandeza de las palabras sino su simplicidad, es decir, su hondura.
Escribir para él es una aventura espiritual, no tanto el mero arte de verter sentimientos sino de indagar contemplativamente el mundo.
Sus poemas son pinturas silenciosas: susurran, suspenden el sentido, abren una puerta al más allá.
Detrás de un paisaje, de un río, de una nube, de la lluvia cayendo está ese silencio, esa fugacidad que envuelve todo y, sin embargo, la grandeza de ser, la afirmación de existir, la celebración de estar. 'En un río todas las lluvias', sucede exactamente esto.
No hay un lamento, como en Jorge Manrique, porque el caudal de nuestra vida esté rodeado de la muerte, sino que el río es una oración que tiene el sonido de lo que vive y el reflejo de nuestro rostro.
La transparencia de las aguas es nuestra transparencia para mirarnos a los adentros, pero es también eso que cuando cae en la tierra nos hace crecer hacia la luz.
Mujica hace del agua no una nostalgia o un destino funesto como Manrique sino el elemento de la revelación y de la duración.
Sus pinturas silenciosas apuntan a un estado de recogimiento porque sus poemas, tipográficamente puestos en la página como una escalera o una escala, que diría San Juan, descienden hacia las entrañas de lo que somos, hacia las entrañas de nuestras preguntas, de nuestras búsquedas, de nuestros desamparos, o ascienden hacia esos momentos en que nos sentimos parte de la eternidad.
No le gusta mirar la grandeza de las palabras sino su simplicidad, es decir, su hondura El estilo de Hugo Mujica es sin duda aforístico, busca cortocircuitar siempre la realidad dada, la idea común para ofrecer de ella su lado misterioso, inconmensurable.
'En Un río todas las lluvias' encontramos aforismos bellísimos: «No es que el silencio no hable/ lo que no hace es dejar/ ecos»; «Dios nunca fue dios,/ dios es el nombre/ de la distancia/ entre nosotros/ y él»… Sus versos, por eso, de apariencia tan sencilla, siempre se asientan en una tensión conceptual, en una dialéctica entre emociones e ideas, entre imágenes que borran, matizan o amplían las imágenes primeras.
Todos los poemas del libro poseen esta misma estructura, que tanto tiene que ver con el haiku. 'Un río todas las lluvias' apela finalmente a que el poema mismo es ese río capaz de contener lo que somos, esa plegaria por la que nos dirigimos a la realidad para contemplar su flujo, su corriente, su paso y hacer que de todo ello salga el dibujo del hombre que la mira.
Aventura Un libro intenso, como ya es habitual en Hugo Mujica, hondo y lleno de esa sabiduría que hace reconocer que quien ve lo pequeño posee la clarividencia, que quien ve lo humilde es capaz de comprender la parca majestuosidad del mundo.
Un libro que, de nuevo, trata de reflejar, como todos los suyos, la aventura de la creación de una conciencia, esa que entiende que escribir sobre la realidad es desnudarla, que escribir sobre la realidad se basa en una paradoja: intentar aprehender lo imposible de aprehender. O por decirlo con el humor de Gómez de la Serna: el otro lado del río siempre estará triste de no estar de este lado. Pena que no se arregla ni con un puente.
DIEGO DONCEL