El músico que ama la soledad

Fuente. http://www.laverdad.es/murcia/planes/201510/31/musico-soledad-20151030005459.html

Los genios suelen ser así: brillantes, esquivos y raros. Y Benjamin Clementine es raro, un tanto esquivo y con destellos esporádicos de genialidad. Puro sentimiento y visceralidad, el tímido londinense de apellido francés e historia vital de guión cinematográfico ofreció su primer concierto español en Cartagena (La Mar de Músicas 2014), ciudad a la que regresa este sábado para inaugurar la trigesimoquinta edición del festival Cartagena Jazz, en velada doble compartida con la siempre impresionante Silvia Pérez Cruz.

BENJAMIN CLEMENTINE
CARTAGENA

Cuándo: Sábado 31, a las 21.30 horas.
Dónde: Nuevo Teatro Circo, Cartagena.
Cuánto: 20 euros.
Completa: Silvia Pérez Cruz.
Nacido en 1988 en el barrio residencial de Crystal Palace, al sur de Londres, su imagen recuerda a una espigada reencarnación de Jean-Michel Basquiat. Negro, alto, delicadamente salvaje y con el arte y la rebeldía en la mirada. Un tipo que no encaja bien en los estándares -tampoco en los musicales-, al que se ha comparado con Nina Simone, Antony Hegarty y hasta con Rufus Wainwright, por aquello de la grandeza pseudoclásica, porque en realidad no tenemos ni idea de cómo catalogarlo. Él afirma sentirse poeta antes que músico, un poeta de verso doliente e insumiso que cuesta encajar en estructuras sonoras. Quizá por eso prefiere hacerse acompañar solo por ese piano que toca descalzo o, como hará mañana, por un único músico: el baterista Alexis Bossard. Clementine necesita la libertad, no intenten atraparlo.

Fue así desde su infancia y adolescencia, criado por su abuela hasta que ésta murió y trasladó su residencia al domicilio familiar, junto a cuatro hermanos con los que nunca tuvo una relación muy fraternal, según ha confesado. Allí empezó a tocar el piano de modo autodidacta, el resto del tiempo que le dejaba la escuela lo pasaba en una biblioteca cercana. Un chico tímido y solitario que un buen día se sintió atenazado y decidió volar hasta Francia con 19 años para vivir como un 'homeless' tocando en el metro cuando por fin logró hacerse con una guitarra de segunda mano. Benjamin está cansado de que se hable de esto, pero lo acepta porque «aquellas experiencias marcaron mi manera de componer y de ver la vida, así que sería absurdo intentar ocultarlas. Sin ellas no sé lo que sería hoy pero a buen seguro sería diferente».

Guapo, joven, talentoso y huidizo, en las calles de París se empapó de la música de Léo Ferré, de Charles Aznavour, de Edith Piaf. De la poesía de Arthur Rimbaud, de Charles Baudelaire, de Paul Verlaine. Ésas, junto a Debussy y Erik Satie, son realmente sus mayores influencias. «Las raíces de mi música son la poesía, la música clásica y la soledad», ha llegado a declarar. «Gracias a la poesía puedo entender y apreciar mi vida. No creo que mi música sea triste sino todo lo contrario, yo la veo como un arcoiris, cada cual puede elegir su color». Definitivamente, Benjamin Clementine es alguien capaz de apreciar esas virtudes que tan bien conoce de la soledad. Diría más, es el músico que ama esa soledad que torpemente solemos asociar con la tristreza.

Después de, como suele suceder en estos casos, ser descubierto un buen día por un productor, Matthieu Gazier -en realidad por un amigo suyo que lo llevó a verlo-, Benjamin se convirtió en pocos meses en el artista que todo el mundo adora. Es verdad que hay que estar ciego y sordo para no percatarse del elevado grado de sentimiento que emana de sus composiciones -sigue prefiriendo el directo al estudio-, pero es que con un único single de tres temas ya estaba recibiendo elogios (tal vez no tan) desmesurados. Confirmados y ampliados tras la publicación de su debut-álbum, el estupendo 'At least for now' (2015).

A buen seguro ese factor escurridizo, esa sensación entre el amor y el descreimiento, esa imperfección adorable o quizás ese poderoso sentimiento de libertad, sea lo que ha convertido al anglofrancés en un artista único. O como le confeso a Juan Manuel Freire en entrevista para Rockdelux: «Para mí, la música es una forma de tener esperanza, de tener buenos sentimientos sobre uno mismo. Y soy consciente de cuánto necesita eso la gente. El amor y la confianza son las cosas más importantes. Solo estoy haciendo esto porque la gente debe tener esperanza».
JAM ALBARRACÍN