“Descubrimiento literario”: la poesía de Elvira Ordoñez

Fuente: https://victorvich.lamula.pe/2023/03/15/descubrimiento-literario-la-poesia-de-elvira-ordonez/victorvich/ Hay quienes piensan que la historia literaria tiene puntos de contacto con el trabajo arqueológico. En esa minuciosa labor, los descubrimientos son permanentes, pero lo cierto es que a veces se produce uno que acapara toda la atención por su importancia y por su riqueza. No ocurre a menudo, pero ese gran descubrimiento comienza a reformular los conocimientos que existían hasta ese momento. La editorial Peisa y el poeta Marcos Matos han cumplido esa recientemente función. La edición de la poesía de Elvira Ordoñez (Lima, 1934), titulada estremecido verbo, es uno de esos hallazgos que ocurren muy poco y que conviene celebrar, y aplaudir. Una vez más, este “descubrimiento” es uno que contribuye a demostrar que no todo está dicho y que falta mucho por conocer en la tradición literaria peruana. Este es un libro que vuelve a desestabilizar ese canon que se construyó desde el monolingüismo, desde Lima y desde una posición claramente patriarcal. Habría que precisar que, en realidad, los arqueólogos no descubren tanto cuando “descubren” algo. Me refiero a que, en muchos casos, no hacen sino seguir a las tradiciones orales y lo que la gente les indica. Los pobladores locales suelen saber dónde están las cosas. En realidad, la poesía de Elvira Ordoñez no era desconocida para los eruditos, para algunos lectores actuales y para colectivos feministas (como el “comando Plath”) que vienen trabajando mucho por hacer visible lo históricamente invisibilizado. En su clásica historia de literatura peruana, cuya primera edición es de 1967, Augusto Tamayo la menciona elogiosamente y le dedica varios párrafos. Subrayemos ahora que la poesía de Elvira Ordoñez porta una intensidad salvaje, un dinamismo que se consigue desde la materialidad misma del lenguaje gracias una consciencia formal que ha cuidado al mínimo el ritmo del verso. La poeta produce una poesía fuertemente materialista, aunque sus temas y motivos no lo sean. Estos textos nos golpean por su estructura, por sus sonidos y por sus ritmos y cadencias. Estoy gritando rieles llanto sangre Velocidando chispas frenos saltos Máquina tromba fogonera trilla Túneles sombras cuajos muertes partos Escritos desde un automatismo psíquico que, sin embargo, evita llegar al delirio, pero que se deja llevar por el materialismo de las palabras y por las emociones que ellas terminan por dar forma, los poemas exploran diversas dinámicas vitales marcadas siempre por la simultaneidad y el asombro. El asombro ante la vida, ante el desconocimiento de uno mismo y ante un absoluto que se sabe presente pero también perdido. Es desde esta necesidad de absoluto que Elvira Ordoñez también ha producido una poesía religiosa donde la pregunta acerca de cómo vivir la fe es colocada en un primer plano. Quienes creemos que la fe y la duda se superponen, sabemos de la dificultad de producir textos en este género. Con suma autenticidad, con dignidad, estos poemas lo consiguen. La filosofía actual reformula la categoría de materialismo. Hoy se trata de proponer un materialismo que sea consciente de la incompletud ontológica de la realidad. En su estilo juguetón, Žižek lo ha explicado así: “¿Por qué le añadimos agua, leche o azúcar al café? La respuesta es porque hay algo que falta en el café tal cual, y es este vacío en el café (la no identidad del café consigo mismo) lo que intentamos colmar con una serie de suplementos”. Esta poesía parte de la materialidad del lenguaje, pero esa intensidad es la que desata una energía que apunta a otro lugar, a un vacío, a una incompletud, una materia que es y no es ella misma. Dada su extrema conciencia formal, dado su riesgo, dada si auténtica verdad, aquí el verbo vibra y se rompe sin romperse. Los que somos lectores de poesía (arqueólogos, al fin y al cabo) no podemos dejar de estremecernos con estos versos: Estoy fraguando con mi muerte vida Metales rojos en mi cuerpo harapo Estoy cantando en fogonera trilla El grito instante de mi tren relámpago. Por Victor Vich