La poeta mexicana reúne en un solo volumen más de cuatro décadas de escritura densa, sensual y rigurosa.
Coral Bracho (Ciudad de México, 1951), tras una carrera académica y literaria distinguida con becas y galardones, ganó en 2024 el Premio Federico García Lorca. Un año antes, el FIL de Literatura en Lenguas Romances. El jurado reconoció a esta poeta adscrita a la llamada "Generación del desencanto" como "destacada figura de una genealogía poética neobarroca", estilo al que siempre se asocia su obra..
Poesía reunida (1977-2023)
Coral Bracho
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Pre-Textos, 2025. 548 páginas. 35€
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Además, justificó la concesión "por su continuada indagación en la politicidad de la poesía y el peso de la palabra escrita". Se hacía constar que su trabajo se vuelve "un archivo de experiencias vitales donde se piensa el olvido, la enfermedad, el dolor y la muerte"..
Al recibir otro premio, el Xavier Villaurrutia, Bracho dijo: "El punto de partida de la poesía es el lenguaje, pero también su punto de llegada. […] De la inagotable capacidad de sugerencia que encierra, de sus profundas y casi inaprensibles sutilezas, la poesía extrae sus filos y desentraña su poder y su fuerza".
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De ello dan fe los libros Peces de piel fugaz, El ser que va a morir, Tierra de entraña ardiente (agrupados luego en Huellas de luz), La voluntad del ámbar, Ese espacio, ese jardín, Cuarto de hotel, Si ríe el emperador, Marfa, Texas, Zarpa el circo, Debe ser un malentendido y En un jardín japonés, los reunidos en esta preciosa edición de Pre-Textos, sello donde ya habían aparecido Ese espacio, ese jardín y Cuarto de hotel. La edición carece de prólogo y notas. Solo versos.
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Mendoza Vega ya señaló "la fragmentación, la metáfora, la progresión metonímica, el versículo, el encabalgamiento, la descripción extensa, la anáfora" como advertencia de "una sospecha hacia la lengua". Porque, explica ella, "adentrarse en los territorios del lenguaje significa, para la poesía, recuperar lo que en él ha desgastado y opacado su uso habitual".
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Y añade: "La poesía reintegra, así, lo que el lenguaje racional separa o deja fuera". "Lo inexplicable y lo explicable", diría Villaurrutia. Sin soslayar que el poema es una "creación colectiva": cada lectura compone uno distinto.
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Reconoce Bracho la complejidad de su poética. Es fruto del rigor. En sus primeros libros, prima la exuberancia. Las palabras, exquisitamente escogidas, producen su propia música, un ritmo denso y elegante que avanza majestuosamente gracias a largos versos plenos de sensualidad. Del "prodigio de este lenguaje de una potencia extrema" habló David Huerta. Y de "una belleza nueva". Y de poesía "para los sentidos y para la inteligencia".
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Mientras lees, no obstante, lo que menos importa es comprender. Uno se deja llevar a través de esos extensos poemas convencido de que está ante una poesía tan misteriosa como verdadera. La concisión y la sequedad verbal vendrían más tarde. Pronto. El grueso de su obra es resultado de esa sujeción. Apuesta por elegir la palabra exacta que, en efecto, pesa de una forma increíble, otro rasgo distintivo.
.De su capacidad de observación surgen estos poemas acerados e inquietantes ("Esto que ves aquí no es"), un punto metafísicos (viento y piedra), cada vez más breves. Bracho parece inventar el mundo mientras mira. Los animales, las plantas, los paisajes, las casas, los cuerpos, el mar, los objetos… Su obsesión acuática vuelve líquida esta poesía que no evita lo civil y la memoria.
.Acaso estén sus hitos en los libros —en realidad, dos poemas extensos— que dedicó a su padre (El ser que va a morir), "la presencia del cariño", y a su madre (Debe ser un malentendido), aquejada de Alzheimer, esa "enfermedad de las palabras". Formidable.
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Por Álvaro Valverde