Benítez Carrasco el gran espectáculo de la poesía - España

Fuente. http://www.granadahoy.com/article/ocio/1893172/benitez/carrasco/gran/espectaculo/la/poesia.html

 El poeta y dramaturgo murió en noviembre de 1999 tras una vida viajera repleta de miles de recitales en los que mostró el lado más teatral de los versos.


"A continuación, Manolo Benítez Carrasco, que es joven, guapo, rico, andaluz y... soltero". De esta manera presentaban a principios de los cincuenta al escritor granadino, un autor que se ganó la vida, y bien, recitando sus versos en teatros y clubes de lujo, un literato que, más que lectores, tenía público. Triunfó en Madrid, puso Cuba a sus pies y en México, 15 años después de su muerte, sigue siendo conocido como El Maestro. Allí ofreció más de mil recitales y, además de publicar libros como De ayer y de hoy, editó discos con su poderosa y teatral voz como México sonoro y mágico o Cachito de España. Fue un hombre popular, amigo íntimo de Agustín Lara o de Mario Moreno Cantinflas, colaboró con grandes de la escena como Rocío Jurado, Nati Mistral o Manolo Caracol, fue el perfecto anfitrión y amigo incondicional de los artistas españoles que cruzaban el charco para hacer 'las Américas'... Tras una intensa e irrepetible vida murió el 25 de noviembre de 1999 y, por deseo propio, sus restos fueron incinerados y las cenizas esparcidas por un cerro del Albaicín en un acto familiar íntimo. Dejó detrás un patrimonio documental que se guarda en la Casa de los Tiros y una nutrida colección de amigos que esta tarde se reúnen en el Teatro Isabel la Católica en 15 años sin el poeta Manuel Benítez Carrasco, un recital de poesía y guitarra que contará con el guitarrista José Manuel Cano y los recitadores Francisco Muñoz, Antonio Pérez, Alicia García y Rafael Delgado. "Fue un hombre profundamente religioso y siempre se comportó como un señor, un caballero, casi un galán", señala Enrique Callejón, vicepresidente de la Tertulia Poética Manuel Benítez Carrasco.

El escritor nació en el Albaicín en 1922 en una familia profundamente cristiana en la que su tío dirigía el Reformatorio de San Miguel, donde incluso habitó durante un tiempo. Estudió en las Escuelas del Ave María y, muy joven, marchó al exilio con la ilegalizada por aquel entonces Compañía de Jesús, con la pretensión de ser sacerdote. Pero a los 18 años colgó los hábitos para perseguir su sueño de ser poeta en una España arrasada por la Guerra Civil. En Madrid consiguió hacerse un hueco y llegó a actuar como rapsoda en el Palacio de la Música de Barcelona, pero acabó emigrando a Latinoamérica en 1955.

Acabó residiendo un año en Cuba y de ahí pasó a Ecuador, Puerto Rico, EEUU y Argentina, donde se quedó a residir mucho tiempo. Desde Buenos Aires viajó a numerosas ciudades de Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Puerto Rico y Estados Unidos para dar recitales, hasta acabar en México como relaciones públicas de la firma Domecq. "Tenía una gran conexión con los clásicos, sólo tenía el Bachillerato pero era un hombre de una gran cultura que conocía perfectamente el Siglo de Oro", afirma Enrique Callejón sobre un autor que tiene su correspondiente estatua en el bulevar de la Avenida de la Constitución, elegante y de pie, como a punto de volver a andar por su querida Granada. El autor del auto sacramental El castillo de Dios alternó el Albaicín y México los últimos años de su vida, momento en el que el Ayuntamiento de su ciudad de nacimiento le nombró Hijo Predilecto.

15 años después de su muerte sigue siendo el poeta de los escenarios, un autor que supo entender como nadie la tradición del rapsoda y consiguió que los espectadores de sus recitales no miraran el reloj con nerviosismo pidiendo a Dios que terminara cuando antes.
G. CAPPA