Al rescate del Premio Nobel de Literatura 1987: Joseph Brodsky (1940-1996)

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Nació durante el stalinismo pero mantuvo sus concepciones artísticas e ideológicas contrarias al poder. Fue un chico con problemas bajo la educación formal en la era socialista. De adulto, su conducta no varió. Se exilió y fue profeta en el lado opuesto del mundo.

En aquel lugar del mundo

No pudo adaptarse a un ambiente social y político por lo menos asfixiante para personas como él, con espíritu rebelde, sobresaltado, inconformista, con pensamiento individual. Nunca congenió con su entorno político porque no tuvo la contención necesaria para sus potencialidades, no había condiciones para que su genio tuviera campo fértil, todo lo contrario.

Nació en Leningrado justo cuando los nazis se aprestaban a sitiar la ciudad, hecho histórico famoso de la segunda guerra mundial. La pobreza en la que nació forjó una personalidad errática y fuera de molde.

En la Unión Soviética, en la década del ’40 del siglo 20, el ambiente educativo no era lo que se dice versátil y un niño rebelde e intrépido encuentra sólo problemas en estructuras como esas. Así fue que Joseph Brodsky fue expulsado de cuanta institución educativa lo recibió.

Lejos de la escolaridad, se transformó en un autodidacta apasionado y nómade laboral, sorteó la inclemencia del poder de un Estado que siempre lo consideró un problema, llegando a convertirlo en un mártir en vida y quizá en un trofeo del imperio enemigo.

Al influjo de una suerte individual en un país donde lo colectivo era supremo, su individualidad lo hizo poeta.
El poeta emerge en toda circunstancia, cualquiera sea ésta, como la semilla que nace entre la piedra porque ese es su destino. Y el destino de Brodsky de poesía estaba lleno.
En el terreno de la disidencia política, con un aparato estatal represivo en contra, y con la policía pendiente de sus pasos, no tardó en tener problemas serios.

Ya era famoso el poeta porque sus primeros libros prendieron en el mundo cultural. Muy joven poeta, tempranos problemas. Se le acusó de parasitismo social. Sí, en la Unión Soviética había un delito que se llamaba así. Algo así como que hoy sea un delincuente quien no tiene un trabajo estable y que no aporta nada relevante a la construcción colectiva de la sociedad. Pero a nadie se le ocurriría hoy encarcelar a una persona en situación de calle, o a un desocupado...

Lo cierto hay que decirlo, antes que poeta era una persona con un potencial intelectual inmenso. Fue un maestro traductor y políglota, dominó el inglés, el español, el polaco, el italiano, y fue considerado uno de los mejores traductores literarios.

Pero resultó que Brodsky fue encontrado culpable de tan original delito. Y fue condenado a cinco años de trabajos forzados. Pero gracias a su fama literaria, que para entonces ya era mundial, cumplió menos de dos. La comunidad artística internacional, con Jean Paul Sartre a la cabeza fuera de la Unión Soviética, a quien por el contrario nadie lo puede acusar de parásito sino todo lo contrario, y su amiga y mentora Anna Ajmatova desde el frente interno, intervinieron ante las autoridades soviéticas y estas accedieron al reclamo de liberación del joven poeta.

Pero las cosas para él no iban a ser más fáciles después de los hechos, por el contrario, recrudeció el control sobre su vida y no tuvo más remedio que el camino del exilio.
Largo camino que lo llevó a las antípodas geográficas y políticas, el otro imperio, no se sabe si más o menos opresivo, pero sí con distintos modales, con diferentes formas de tratar sus problemas internos, y con otros métodos de censura, mucho menos directos: Estados Unidos.

En este lado del mundo

Allí pareció que Joseph Brodsky encontró un sistema más acorde al tipo de vida con la que estaba cómodo, y logró la ciudadanía estadounidense. Un tema no menor en tiempos en que ambos imperios se disputaban el mundo, literalmente, y ciertas conquistas simbólicas representaban grandes victorias mediáticas, formas de mostrarle al resto de la humanidad dónde está el bien y dónde está el mal. Batallas alegóricas, pero que, aunque hoy incomprensibles, entonces eran comunes. Como la mucho más costosa, y radicalmente inútil por su relación costo beneficio, carrera espacial.

Instalado de lleno en la cómoda democracia norteamericana, el poeta, quizás contrariando sus ideas acerca de la poesía y del idioma, se dio a la tarea de traducir sus poemas del ruso al inglés.

Ya nos hemos ocupado y hemos fijado posición acerca de la tragedia de las traducciones en la poesía. La opinión primera de Brodsky nos apoyaba, pero luego él mismo intentó justificar tales decisiones. Primeramente opinaba, palabras más palabras menos, que no hay nada que diga un poema en un idioma que pueda ser dicho exactamente igual en otro. Y no hay mejor definición del problema de la traducción poética que esa.

Brodsky asumió que, sin otro remedio que la traducción, nadie mejor que el mismo poeta para encarar esa tarea y así lo intentó. Conoció el idioma inglés y lo adoptó como suyo, también escribió originalmente en su nuevo idioma, y por lo tanto debemos reconocerle la virtud de estar realmente preocupado por que la traducción sea lo menos traumática posible.

Además, el poeta estudió el inglés desde sus tempranas épocas de imberbe escritor de educación autodidacta, sobre todo por la fascinación que le generaban los poetas como Thomas Eliot y John Donne, a quienes siempre admiró devotamente.

Ya en su nueva patria, se desempeñó como profesor de literatura en varias universidades y se preocupó por su producción tanto poética como ensayística.

En su propio lado del mundo

El territorio que le fue negado geográficamente, lo mantuvo en poesía. Escribió originalmente en inglés sólo su obra ensayística, la poesía fue siempre su comarca portátil en ruso.

Como poeta, obviamente alejado de la tradición de la poesía rusa, sumida en el realismo socialista, que alababa las características de la patria soviética, durante sus inicios se inclinó a una poesía más bien oscura, de contenido pesimista y melancólico, que expresaba imágenes decadentes, y, aunque se lo considera casi un sucesor de Dostoievsky, formalmente cercana a los poetas occidentales, tan variados como Dante, Virgilio, Walcot, y los metafísicos Eliot, Auden, Frost. Su obra principal de juventud parece ser la “Elegía para John Donne”, género en el que parece sentirse a gusto.

Aunque murió prematuramente en 1996 a los 56 años, debido a severos problemas cardíacos, su obra es relativamente abundante. Sin dudas, Joseph Brodsky es un poeta para sumar a la biblioteca.
Dante Rafael Galdona