Nada hacía sospechar a Olga Rendón que un buen día desplegaría en sus manos las cartas íneditas que el premio Nobel Vicente Aleixandre y otros poetas de la Generación del 27 mantenían con los jóvenes miembros del grupo andaluz Cántico. Este archivo epistolar de más de 100 cartas, propiedad del codirector del grupo, Ricardo Molina, fue legado a sus descendientes, una sobrina, pues no tenía hijos, a la que esta profesora de Literatura y doctora en Filología Hispánica llegó en una de esas carambolas del destino.