La piel del dolor gotea a las lejanas estrellas Derribadas en transparencia incierta que nos mira. Por las pupilas incendiadas corren tigres misteriosos Son los vientres oprimidos del oráculo del tiempo.
El olor a metralla y cáliz conlleva hambre, la incertidumbre pasea ante los ojos del terror, el estruendo de las bombas suena a sangre, y la muerte esboza una sonrisa que produce ardor.